Plantar campos de cebada para esquivar la crisis
Pueblos con alta tasa de paro quieren copiar el modelo de localidades que nunca dejaron la agricultura
El redoble de las campanas convoca a medio pueblo en la iglesia. La misa por el difunto se alarga media hora. Una vez que termina, sacan el féretro por el arco principal y lo introducen en el coche fúnebre. El vehículo arranca despacio camino del cementerio, seguido de una comitiva presidida por el párroco y la alcaldesa. En Villar del Olmo el tiempo no ha cambiado ni los ritos ni las costumbres lo que, lejos de ser anacrónico, resulta innovador.
Esa filosofía continúa en su agricultura, el principal motor económico de este municipio de 1.800 habitantes enclavado en la comarca de las Vegas. El modelo de producción sostenible del pueblo sirve como ejemplo a otros municipios cuyos vecinos abandonaron las labores del campo para dedicarse a la construcción. Ahora están desempleados. "Este no deja de ser un lugar agrícola y rural. A la larga eso ha hecho que nos afecte menos la crisis", apunta la alcaldesa, Lucila Toledo (PP).
"El cereal, caro o barato, te lo van a comprar. No son chalés"
"La crisis te llega mirando al cielo. Si llueve o no, ese es nuestro problema"
Terminado el sepelio de un viejo amigo de su padre, el agricultor Eduardo San José, de 43 años, se quita la ropa de calle y se enfunda un mono. La lluvia aún no le ha dejado sembrar cereal pero tendrá que hacerlo en breve. Después abonará el campo en primavera y la recolecta se llevará a cabo entre los meses de junio y julio. "A un empleado le puedes pagar 40 o 50 euros al día por este trabajo. En la construcción, en el mejor momento, se cobraban 120 euros. No podíamos competir", recuerda mientras señala vides y olivos abandonados en un terreno por la falta de mano de obra. Su padre, Antonio, de 76 años, de quien él ha heredado el oficio, observa cómo se maneja.
Este mediodía, el agricultor saca a un caballo de nombre Zafiro para que le ayude en sus tareas. La economía del pueblo se sustenta a base de pequeños agricultores que forman cooperativas que pueden ser competitivas en el mercado. No se cuenta con grandes extensiones de terreno. "Trabajo no nos ha faltado porque siempre hay cosas que hacer. Este negocio no va a parar porque se trata de consumibles. La cebada y el aceite, más caro o más barato, te lo van a comprar. No son chalés", ahonda. Villar del Olmo no se contagió de la fiebre urbanística de otros municipios de los alrededores, donde proliferan edificaciones en mitad de la nada con carteles de "se vende".
¿Por qué ellos no? La respuesta la tiene la alcaldesa: "Apostamos porque esto fuese un pueblo, pueblo. No perder ese calor era importante. Seguimos siendo una comunidad rural". La tasa de paro del municipio ronda el 9%, siete puntos por debajo de la media de la Comunidad. San José, mientras tanto, sigue a lo suyo. "La crisis te puede llegar mirando al cielo. Si llueve o no, ese es nuestro mayor problema".
Un caso similar pero de mucha más producción es el de Villa del Prado (6.400 habitantes), un pueblo a 60 kilómetros de la capital que limita con la provincia de Toledo. Se le conoce como la despensa o como la huerta de Madrid. Sus mercancías surten a diario Mercamadrid. La mitad del término municipal está dedicado a la agricultura. Su industria es muy desarrollada. En vez de echarse en manos del ladrillo, la economía local invirtió en invernaderos. En reuniones de alcaldes de distintas comarcas se habla de implantar un modelo similar al suyo para combatir las altas cifras de paro. Comunidades de regantes se han puesto en contacto con ellos para que expliquen las causas de su éxito.
La cámara agraria de la Comunidad se ha volcado en este tema y organiza el primer sábado de cada mes en su sede un "día de mercado" donde se pueden encontrar productos cultivados en los campos de la región.
De vuelta al campo, Benito Gálvez, ingeniero agrícola de la asociación de horticultores de Villa del Prado, bromea: "La prima de riesgo no nos preocupa aquí". Cuenta que el pueblo acogió a inmigrantes dispuestos a trabajar en el campo. Los agricultores se implicaron y les hicieron contratos para que pudiesen regularizar su situación. Cuando vieron que se ganaba más en otros sectores, un buen número de ellos se marcharon. La alcaldesa de este municipio, Belén Rodríguez Palomino, del PP, considera que viven en una isla dentro de la Comunidad. La tierra desde hace más de 100 años pertenece al Ayuntamiento y es este el que se la alquila por un precio simbólico a los agricultores. Suele pasar de padres a hijos. Se evitan tentaciones de gente que sueñe con desmontar la huerta y plantar cemento.
El resultado es que existen hermosas huertas al aire libre y un millón de metros de invernaderos. A diario exportan a nivel nacional e internacional pepino, acelga, tomate, pimiento, calabacín, puerro, repollo... "Hubo familias que dejaron el negocio de la agricultura, es cierto, pero después del batacazo muchas están intentando volver a los orígenes, que es lo que siempre ha funcionado aquí", razona la alcaldesa.
Día de mercado para lo que se cultiva en Madrid
Día de mercado de productos agroalimentarios de la Comunidad de Madrid. Se celebra el primer sábado de cada mes (el próximo, el 3 de diciembre) en la sede de la Cámara Agraria, en la Casa de Campo. Su lema es Madrid cultiva y produce.
Los agricultores exponen sus productos pagando 60 euros por el stand, 100 si necesitan maquinaria de frío.
Se puede encontrar aceite de Torremocha del Jarama y Villarejo de Salvanés; quesos de Colmenar de Oreja y Fresnedillas de la Oliva; carne de la sierra del Guadarrama; pan de Soto del Real, Santa María de la Alameda y Manzanares El Real; cerveza La Cibeles, de Alcorcón; verduras y hortalizas de Aranjuez, Fuenlabrada y Villa del Prado; vinos de Navalcarnero, Cadalso de los Vidrios, Arganda; y frutos secos de Ciempozuelos, entre otros muchos productos.
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