Oz habla en catalán
Vivir en Catalunya es hoy más bonito que nunca. Dos tipos en particular llaman la atención en este paraíso gobernado por Artur Mas (y al que algunos ya llaman Mas Headroom, por su sonrisa antártica y su afán por repetirse, no se sabe si por razones técnicas), empeñado en su cruzada a algún lugar aún por determinar: el primero se llama Francesc Xavier Mena y es el conseller de Empresa y Empleo de la Generalitat; el segundo se llama Boi Ruiz y ocupa el mismo cargo, pero en Sanidad. Mena es uno de esos orgullosos iconos del hermetismo políglota, encantado de ser la versión catalana de aquel chiste que circula por Venecia sobre Marco Müller, director de la Mostra: "El único hombre que habla 22 idiomas y al que no le entiende nadie". Y es que el conseller un buen día contesta en japonés a una pregunta de la oposición y al siguiente menta a Shakespeare, siempre atento a destacar que a intelectual a él no le gana nadie. A eso se le suma la sonrisilla jocosa y un montón de jerga económica que esgrime como el que enseña una pistola a un niño y le advierte de los peligros que entraña acercarse a ella.
El otro mito de la política catalana es el señor Ruiz, un sujeto de eterno rostro quejoso y calva atribulada, como esos tipos conscientes de que la próxima colleja (la primera, para más señas) les va a caer a ellos. Verle en acción defendiendo el patético recorte sanitario que ha decidido emprender por el bien común ha sido una de las experiencias más gratificantes que un votante puede experimentar: solo ante el peligro, farfullando cifras, mascullando palabrejas que no significan nada en una apoteosis de retórica que ni su amigo Mena podría superar, convertido -involuntariamente- en una revisión moderna del crucificado de toda la vida.
Su discurso, clarísimo: quitamos un 20% de aquí, un 40% de allí, un 10% de allá. Total cuando uno se pone enfermo es para molestar y si no hay ambulancia pues se coge un taxi y si no, pues se jode uno y se queda en casa hasta que se le pase. Lo mejor, queda claro, es pagarse un seguro privado, que es justamente el universo del que proviene este señor. No, no hay que ser malpensados, ni demagogos o populistas, ya que en realidad la sanidad pública siempre ha sido una porquería así que si nos la cargamos pues tampoco pasa nada.
Y a cuenta de esto he recordado que el año que viene estrenan entre nosotros Dorothy of Oz, una ambiciosa producción animada que huele a Wicked (el maravilloso musical de Broadway) desde el cartel y donde los protagonistas del clásico El mago de Oz vuelven al país en cuestión. Desde aquí me permito hacer una humilde propuesta: ya que el doblaje en catalán es algo habitual en las películas infantiles, reflexionen sobre la posibilidad de que nuestros honorables Mena y Ruiz participen en el proyecto. El primero sería un perfecto Espantapájaros; el segundo un León insuperable, y el dueto resultante no quiero ni imaginármelo. Para el público de esta bendita porción de tierra a orillas del Mediterráneo, sin ambulancias disponibles, ni ambulatorios abiertos, sería un buen motivo para recuperar el humor. Para mí, que les voté, un alivio momentáneo. Menos da una piedra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.