Las lecciones atómicas que Japón no aprendió
La falta de transparencia marcó hace cuatro años otra fuga radiactiva en la mayor central nuclear del mundo
El 16 de julio de 2007 a las 10.13 un terremoto de magnitud 6.8 en la escala Richter dañó la central nuclear japonesa de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor del mundo, con siete reactores. El primer día de la catástrofe, la Empresa de Electricidad de Tokio (Tepco), propietaria también de la central de Fukushima, minimizó los daños. Al día siguiente, sin embargo, admitió que quienes diseñaron la planta no previeron que podría afrontar un seísmo de esa magnitud. Y asumió que se habían vertido al mar cientos de litros de agua con 60.000 becquerelios (unidad de medición de la radiactividad). Un día después la empresa reconoció que la cifra ascendía a 1.300 litros con 90.000 becquerelios. Es cierto que aquella fuga fue muy pequeña comparada con la de Fukushima. Pero la información que aportó Tepco dejó mucho que desear. Los documentos del departamento de Estado revelados por Wikileaks informaban de que aunque el material vertido no suponía una amenaza para el medio ambiente el propio Gobierno japonés estaba muy molesto por la forma en que Tepco había gestionado el incidente.
El Gobierno criticó a la eléctrica por su lentitud y falta de rigor informativo
La empresa responsable gestiona también la planta de Fukushima
Shinzo Abe, el entonces primer ministro japonés, declaró: "Los informes de Tepco llegaron tarde. Les he recordado duramente que los informes deben hacerse de forma rigurosa y a tiempo. Las plantas nucleares no pueden operar sin la confianza del ciudadano. La rapidez a la hora de informar y la transparencia en la información son necesarias para obtener esa confianza".
La central de Kashiwazaki-Kariwa se cerró temporalmente y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) se comprometió a ayudar en la investigación del accidente. El director del organismo nuclear de la ONU, Mohamed el Baradei, pidió a Tokio que informase con "transparencia total" y remarcó: "Es importante aprender la lección sobre un terremoto".
Sin embargo, la lección de la transparencia sigue pendiente. Japón no ha ofrecido aún información precisa sobre la radiación vertida desde la central de Fukushima, ni de su evolución o extensión prevista, informa Rafael Méndez. Tampoco ha explicado en qué situación se encuentran las piscinas de combustible gastado de las centrales afectadas. Supuestamente los reactores 4, 5 y 6 no tenían ningún problema porque estaban parados cuando el terremoto sacudió el país. Sin embargo, en la madrugada del martes, el Gobierno anunció de pronto durante una rueda de prensa que había un incendio en el reactor número 4, pero tampoco ha aportado detalles de cómo había sido posible.
El seísmo de 2007 sólo mató a 11 personas e hirió a un millar. La central detuvo su actividad durante casi dos años, hasta que en mayo de 2009 comenzó a funcionar uno de los siete reactores y meses después los demás. Pero el incidente dejó en el aire cierto sentido de la vulnerabilidad en las centrales. Dos semanas después del escape, varios expertos del OIEA examinaron durante tres días la planta y concluyeron que el material radiactivo fugado estaba por debajo de los límites autorizados, pero criticaba también a Tepco por retrasar la información sobre la fuga. Los funcionarios de la embajada hablaron con los responsables de la compañía eléctrica y estos se mostraron "encantados" de que la central hubiera superado un terremoto superior al que estaba diseñada para resistir.
El cierre de la central provocó que los 12 principales fabricantes de coches rebajasen su producción en unas 120.000 unidades, cifra tres veces superior a los daños ocasionados por el terremoto de Kobe en 1995. No obstante, las tres principales marcas, Toyota, Honda y Nissan, aseguraron que el cierre de la central no afectaría a sus exportaciones. Los diplomáticos estadounidenses advirtieron hace cuatro años: "Aunque la industria parece haber esquivado la bala esta vez, el terremoto ha revelado la inesperada vulnerabilidad de la cadena de suministro industrial".
Desde entonces, al Gobierno japonés le resultó más difícil encontrar pueblos dispuestos a albergar nuevas centrales. Como se informa en un cable de 2009, los sentimientos de "no en mi patio" se extendieron, y sólo los municipios que ya acogían otras plantas atómicas aceptaban la llegada de más reactores.
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