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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Con la merluza a otra parte

Unos investigadores de la Universidad de Oviedo han descubierto, por cuenta propia y más bien de chiripa, que el 40% de la merluza que se vende en España no proviene de donde dice que proviene. Se vende como merluza europea o americana, y resulta que es africana. Aunque de especies distintas, las dos merluzas tienen una calidad similar y las mismas propiedades nutritivas. Lo que no deberían tener es el mismo precio, puesto que el pescado de procedencia africana es más barato de capturar, debido a que los pescadores de ese continente cobran mucho menos que sus colegas del norte. Cabe inferir que alguien, en algún eslabón intermediario de la cadena, se está embolsando lo que los pescadores africanos no se embolsan. El ADN no miente. Las que mienten son las etiquetas. El 40% de las etiquetas, para ser exactos. Y la reacción de las autoridades españolas ante las revelaciones de los científicos ha sido de traca.

El Ministerio de Sanidad dice que la merluza será todo lo africana que se quiera, pero que mientras sea apta para el consumo el asunto no cae bajo el epígrafe de la seguridad alimentaria, y que eso tiene pinta de ser cosa del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino. Y en esta ventanilla se apresuran a aclarar que el etiquetado de las merluzas es competencia de las comunidades autónomas. No está muy claro bajo qué Administración autonómica puede caer una merluza africana, ni una etiqueta europea. Ni una estafa que afecta al 40% del producto que se vende en toda España y partes de Grecia. O sea, ventanilla equivocada y váyase usted con la merluza a otra parte. De traca.

Pero no estamos en el siglo XIX. Lo primero que deberían hacer las autoridades sanitarias y de consumo es dar las gracias a los científicos que han descubierto un fraude de proporciones monumentales que deberían haber detectado ellas mismas con sus sistemas de seguimiento. Y lo segundo, garantizar el cumplimiento de su propia normativa de etiquetado, que data de 2001. Las técnicas para hacerlo existen: si los de las ventanillas no han oído hablar de ellas, que pregunten en Oviedo.

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