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Ola de cambio en el mundo árabe | Guerra civil en Libia

Una legión de desheredados

En las filas de los rebeldes abundan los fusiles, pero faltan entrenamiento y equipamiento básico - Las mujeres buscan refugio lejos de los enfrentamientos

Difícil sospechar que bajo la manta había dos hombres durmiendo a cielo abierto. Son las nueve de la mañana y el par de milicianos se desperezan junto al cañón antitanque en un control de los rebeldes libios en las estribaciones de Brega, ciudad situada a 235 kilómetros de Bengasi y a 110 de Ras Lanuf, capital que acoge una refinería y una terminal petrolera, y actual diana de los rebeldes alzados contra Muamar el Gadafi. Los despiertos no están tranquilos. Los rumores los mantienen alerta: 80 vehículos de esbirros del coronel circulan por carreteras cercanas. Hay más motivos para el nerviosismo.

En plena llanura del desierto, al borde del Mediterráneo, Imad lo advertía a las diez de la mañana en otro retén de los sublevados en las afueras de la mísera aldea de Al Ugaila, a 50 kilómetros de Ras Lanuf: "No tardará demasiado en haber movimiento". Solo tres días antes, este ingeniero del sector petrolero, de 31 años, hacía las veces de traductor voluntario. Ayer, fusil al hombro, uno se topó con Imad en una duna junto al mar, al lado de una torre de electricidad que sirve de puesto de observación. Es uno del centenar de rebeldes que aguardaban la orden para atacar el aeropuerto de esa ciudad. "Vine ayer por la mañana. Entre Al Ugaila y Ras Lanuf somos unos 5.500 para luchar contra los criminales". Lo hacen con una convicción inconmensurable. Poco más tienen.

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Porque este ejército de soldados bisoños adolece de adiestramiento de un modo flagrante. Juegan con las granadas; sonríen cuando apuntan a cualquiera involuntariamente, y no siempre con el seguro puesto; y son muy pocos los que visten uniformes. Y cuando lo llevan, muchos calzan zapatillas deportivas, algunas plateadas de marca prestigiosa. Son legión, porque muchos miles más entrenan apresuradamente. Aunque esa es su única ventaja en el campo de batalla. Se enfrentan a un número inferior de soldados o paramilitares de fidelidad perruna a Gadafi, pero mucho mejor armados. Fusiles es lo único que sobra a los insurgentes. De lo demás andan escasos: algún tanque, baterías antiaéreas, piezas de artillería ligera y cañones antitanque.

En los 110 kilómetros que median entre Brega, escenario de cruentos enfrentamientos el miércoles, y Ras Lanuf, los controles de los rebeldes se hacen más frecuentes. La carretera acompaña al desértico paisaje. La circulación se reduce a los vehículos de los sublevados y emigrantes, casi todos egipcios que se afanan por alcanzar la frontera de su país, a 1.000 kilómetros de distancia. "Somos de un pueblo cercano a Asuán", dice un hombre incapaz de explicar nada más, varado junto a 10 personas porque su furgoneta ha dicho basta. Algunos lo tienen peor. A pocos kilómetros, seis individuos, también egipcios, se sientan en la tierra. No hay transporte cercano, salvo que eligieran algún camello de las manadas que pululan. No se sabe a quién esperan. Pero seguro que se largaron pronto. En ese punto los bombazos arreciaron una hora después.

A lo largo de la jornada no se ve a una sola mujer. Brega -escenario de cruentos aunque breves combates el miércoles- es una ciudad alzada junto a un inmenso complejo de la industria del gas. Los familiares de los empleados han buscado refugio lejos de la guerra. El panorama es fantasmagórico en medio de la tormenta de arena y solo el funeral de una víctima rompe el silencio. "Me quedo para proteger la empresa y mi casa. Tengo miedo de que bombardeen las instalaciones y los mercenarios pueden aparecer por cualquier lado", dice Mohamed Ashaker, administrativo de 63 años. En Al Ugaila, Ibrahim Makluf jura que nunca se marchará: "Si la gente de Gadafi viene, moriré en mi casa. No tengo miedo".

Los controles se mueven con rapidez. Tres horas después del encuentro con Imad, el ingeniero reaparece arrodillado junto a la calzada en un nuevo puesto, a cinco kilómetros de Ras Lanuf. Los rebeldes avanzan hacia el oeste lentamente pero sin pausa. El sátrapa parece no haber asimilado que los libios se han decantado por la opción tunecina y su mensaje: o se va el dictador o el tirano perpetra una atrocidad. No hay otra opción. Si ha caído Ras Lanuf, como aseguraban anoche los rebeldes, Ben Jauad, camino de Sirte, bastión de Gadafi, será la próxima estación.

Un rebelde dispara un cañón durante un combate cerca de Ras Lanuf.
Un rebelde dispara un cañón durante un combate cerca de Ras Lanuf.GORAN TOMASEVIC (REUTERS)

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