El mundo se aleja de Occidente
La revuelta en los países islámicos erosiona el liderazgo de Europa y EE UU - La crisis financiera y el ascenso de nuevas potencias marcan una nueva era
En los pasillos del hotel Bayerischer Hof, en el que tradicionalmente se celebra la Conferencia de Seguridad de Múnich, diplomáticos estadounidenses admitían en privado en los pasados días que el escenario revolucionario en el arco sur del Mediterráneo les cogió del todo por sorpresa. Los evidentes titubeos europeos de las últimas semanas dibujan un grado de preparación parecido. La valentía de un joven que se inmoló en el corazón de Túnez -y de otros cientos de miles de árabes- dio nueva velocidad al vertiginoso oleaje de cambios globales que Occidente no logra prever ni controlar, y que progresivamente corroe su liderazgo.
- Protestas árabes
El foro de Múnich puso en evidencia varios aspectos de ese estado de dificultad. Ante las turbulencias egipcias y tunecinas, Washington pronunció aquí su apuesta por una estrategia de democratización del mundo árabe, pero demostró incertidumbre acerca de las tácticas para lograrla. Declaraciones parcialmente contradictorias de varios representantes estadounidenses sobre cómo acompañar la transición egipcia generaron sensación de cierto descontrol entre muchos asistentes. Después de que el enviado especial del presidente Obama a El Cairo, Frank Wisner, declarara el sábado que el liderazgo de Mubarak era necesario para que la transición egipcia fuese ordenada y eficaz, varios cargos estadounidenses tuvieron que esforzarse en calmar la indignación de la oposición egipcia y el desconcierto de muchos diplomáticos, aclarando que se trataba de una opinión personal del enviado.
Permaneció sin embargo la sospecha de que la opinión de Wisner, recién regresado de El Cairo, sea la postura real de Washington. Varios analistas observaron que esas declaraciones dañarán en dos sentidos: primero, por dar una sensación de injerencia que se quería evitar; y segundo, por lanzar sombras sobre el idealismo de los discursos de democratización que han encendido muchas esperanzas.
No mejoraron las cosas los numerosos líderes europeos que desfilaron por Múnich, que defendieron conceptos tan genéricos como que los derechos humanos son "la línea roja" insuperable, en palabras de Angela Merkel, y que hace falta proceder con orden y prudencia. Europa, una vez más y pese a la mayor cercanía al foco de crisis, ha parecido marchar a remolque de su aliado.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se apuntó ayer sin ímpetu al carro de la anestesia de la transición. El genérico consenso sobre un enfriamiento de la situación no evitó, sin embargo, dudas como nubarrones sobre la capacidad de Occidente de influir en el proceso.
- Recesión global
La "tormenta perfecta" de cambios -así definida por la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton- que se abate sobre el mundo árabe llega mientras otra devastadora perturbación para Occidente, la crisis financiera, produce serias consecuencias: duros recortes en los presupuestos militares europeos. Mientras Europa pierde músculo, en el Mediterráneo podría empezar a soplar vientos hostiles hacia su orilla norte, convirtiéndose en un nuevo foco de inestabilidad de consecuencias impredecibles; el terrorismo fermenta en lugares lejanos; y otras naciones protagonizan un ascenso poderoso, incluso militarmente. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, alertó sobre esa dinámica.
- Arsenales nucleares
La conferencia ha puesto en evidencia que los cambios globales repercuten incluso sobre las relaciones más tradicionales. El tratado de reducción de armas nucleares Nuevo START entró en vigor este fin de semana, con la entrega formal en Múnich -por parte de Hillary Clinton y su homólogo ruso, Serguéi Lavróv- de las copias ratificadas por los Parlamentos. Había por tanto mucha expectación en captar el pulso sobre el avance del diálogo nuclear. Pero la sensación percibida no fue positiva.
Un tema abierto y sangrante es el de las bombas nucleares tácticas. Varios países europeos piden su retirada (EE UU tiene desplegadas en Europa centenares de cabezas). Lavróv, sin embargo, dejó muy claro que para ese proceso de reducción hay que tener en cuenta que, al contrario de Washington, Moscú convive con varios vecinos nuclearizados. Algunos de ellos, en gran ascenso, como China. La fortaleza de nuevos actores complica cada día más la cuestión del control de armamentos.
- Escudo antimisiles
Rusia también se mantuvo muy escéptica acerca del nuevo plan de escudo antimisiles de la Administración de Obama, una versión más ligera y flexible del proyecto anterior de los republicanos. Lavróv dijo claramente que Moscú considera que incluso este proyecto reducido "afecta" el potencial ofensivo ruso. El ministro señaló que en reuniones con funcionarios estadounidenses, estos reconocieron ese extremo. Serguéi Ivanóv, viceprimer ministro ruso, avisó: "Si uno construye un escudo, el otro, para mantener el equilibrio, tiene dos opciones: construir otro escudo, o fortalecer la espada".
- Ciberdefensa
El potencial devastador de ciberataques también fue objeto de muchas reflexiones en Múnich. En el apartado tecnológico, Occidente sigue disponiendo de una clara ventaja sobre el resto del mundo. Sin embargo, hay varios frentes de preocupación. Por un lado, ataques perpetrados con medios relativamente reducidos pueden por primera vez, gracias a la Red, causar consecuencias catastróficas, dada la gran dependencia tecnológica de las sociedades occidentales. Los autores de semejantes ataques, además, pueden ser difíciles de identificar, y por tanto la capacidad de represalia está mermada. Por otra parte, el ciberespionaje, puede permitir a competidores y adversarios recortar distancias de manera repentina en muchos sectores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.