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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO

Argelia garantiza a EE UU que no irá a la guerra por el Sáhara

El Gobierno argelino solo permitirá al Frente Polisario combatir dentro del territorio que controla - La enemistad personal entre el presidente Buteflika y el rey Mohamed VI aleja las posibilidades de un acuerdo

El Sáhara Occidental enfrenta desde hace más de 35 años a los dos pesos pesados del Magreb, pero a su rivalidad tradicional se añade desde hace más de una década la animosidad entre sus dos jefes de Estado, el veterano político argelino Abdelaziz Buteflika, de 73 años, y el relativamente joven rey Mohamed VI, de 47 años.

A lo largo de todos estos años ambos, más aún el líder argelino, se han confesado con sus huéspedes norteamericanos. De esas conversaciones mantenidas en los palacios reales o en La Mouradia (sede de la presidencia de la República) queda claro que no se quieren. Incluso Buteflika desdeña a su álter ego marroquí, pero también garantiza a EE UU que nunca irá a la guerra por el Sáhara.

"No quiero dar la mano al rey
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Esto hace aún más difícil resolver un conflicto que impide la integración del Magreb, mantiene desde hace 16 años cerrada una frontera de más de 1.000 kilómetros y perjudica al sur de Europa, que se beneficiaría del crecimiento económico de sus vecinos meridionales.

"[...] no quiero dar la mano al rey". Buteflika acabó soltando esta frase, en junio de 2006, a Frances Fragos Townsend, asesor para temas de seguridad del presidente George Bush. Antes había descrito, en términos poco amenos, al monarca: "No es abierto y carece de experiencia".

Buteflika le comparó con su padre, el difunto rey Hassan II, con el que bromeaba, y con su hermano, el príncipe Mulay Rachid, con el que acababa de coincidir en Sevilla. "Charlamos y bromeamos alegremente, pero no puedo hacer lo mismo con el rey porque no tenemos el mismo sentido del humor", se lamentó.

Y, sorprendentemente, el presidente de Argelia hizo una "autocrítica", según escribió en su informe, el 1 de julio de 2006, el embajador estadounidense en Argel. Reconoció su "punto débil". Explicó a sus interlocutores que creía en el diálogo para que los demás resuelvan sus contenciosos, pero no creía en el diálogo para él y Mohamed VI.

Buteflika y sus más íntimos colaboradores repitieron, a lo largo de los años, las mismas frases sobre el monarca alauí, a veces aderezadas con comentarios sobre sus colaboradores. El general Larbi Belkheir, que durante largos años dirigió el gabinete del presidente, tachó a los consejeros reales de "inútiles". El último cargo de Belkheir fue el de embajador en Rabat.

Los presidentes George Bush y Jacques Chirac intentaron que Buteflika fuera indulgente. Le recordaron que Mohamed VI era un crío cuando él era ya un diplomático veterano. Pero el rey le hizo una afrenta al presidente, en 2005, al cancelar, a última hora, la visita del primer ministro argelino a Marruecos. "No soy Jesucristo, no voy a poner la otra mejilla", les replicó Buteflika.

Mohamed VI fue, en cambio, más cauto con sus huéspedes estadounidenses. Explicó, por ejemplo, al senador Dick Lugar, el 19 de agosto de 2005, la verdadera razón del empeño argelino en mantener cerrada la frontera común: "Buteflika teme que si la abre millones de argelinos cruzarán a Marruecos, pero ningún marroquí irá a Argelia", que es un país menos atractivo.

No es ese el motivo, le respondió Buteflika, en junio de 2009, al senador Richard Burr, asesor de la Casa Blanca para la lucha antiterrorista: la frontera permanecerá cerrada hasta que haya una solución en el Sáhara Occidental.

"No tenemos relaciones con Argelia excepto una limitada cooperación en materia de seguridad", se lamentó, tres años después, el monarca a David Welch, adjunto al secretario de Estado para Oriente Próximo y Magreb. "Pese a las obvias oportunidades de cooperación el presidente Buteflika [...] prefiere el statu quo", se lamentó Mohamed VI. Recordó que en 2005 viajó a Argel para "para tratar de superar el punto muerto", pero su gesto no fue correspondido.

El soberano es algo ingenuo. Elogió, por ejemplo, los "esfuerzos incansables" de Belkheir, el embajador argelino en Rabat, recientemente fallecido, para mejorar la relación, pero este diplomático fue, en realidad, uno de los que más dardos lanzó contra el Palacio Real en sus charlas con los norteamericanos.

El embajador de EE UU en Rabat, Thomas Riley, tampoco es del todo amable con el rey, al que describe como físicamente "hinchado", aunque, eso sí, le ve "relajado y descansado tras cuatro semanas de vacaciones en Francia".

Buteflika desdeña al monarca y desprecia su oferta de otorgar una autonomía al Sáhara, en lugar de celebrar un referéndum de autodeterminación, para resolver el contencioso. El plan de autonomía está "vacío", repite una y otra vez. No va más allá de permitir a los "saharauis recoger sus propias basuras". Su margen de maniobra sería menor que el de un alcalde marroquí.

Hay un par de ejemplos, según él, de auténticas autonomías: Puerto Rico (Estado libre asociado a EE UU que puede optar por la independencia) y Montecarlo (Estado independiente con soberanía restringida por Francia). "Tráigame una solución así [...] y hablaremos con los saharauis" para convencerles. "No vamos a aceptar la política del Anschluss" de Rabat. Con Hassan II, asevera, hubiese sido más fácil alcanzar un acuerdo.

"Es mejor que los saharauis vivan bajo una buena autonomía a que permanezcan en campamentos de refugiados", le respondió al presidente Robert Ford, embajador de EE UU en Argel. Para el Departamento de Estado el modelo es el de "los kurdos dentro de Irak". Pero la oferta marroquí, admite, no es tan generosa y está mal presentada.

"Marruecos puede hacer mucho más para ganarse la confianza [de los saharauis y del mundo] continuando su mejora de los derechos humanos en el territorio, ofreciendo un espacio político a sus adversarios, incluidos los pro-Polisario, y legalizando a las organizaciones saharauis de derechos humanos que simpatizan con la autodeterminación", señalaba, en abril de 2009, el borrador de la respuesta estadounidense a una carta del rey Mohamed VI.

Días antes se recibió en Washington una misiva de Mohamed VI pidiendo ayuda para impulsar en el Consejo de Seguridad una resolución "favorable a Marruecos y que descarte que las fuerzas de paz de la ONU en el territorio supervisen los derechos humanos".

A los diplomáticos estadounidenses les ronda una pregunta: ¿Irá algún día Argelia a la guerra con Marruecos por el Sáhara? El Sáhara no será nunca un casus belli para Argelia, les contesta Buteflika. "El Polisario no nos va a arrastrar a una guerra", insiste. Reconoce, no obstante, que cuando él llegó a la presidencia, en 1999, el Ejército y los servicios secretos no compartían este punto de vista.

Pero si los independentistas saharauis deciden "combatir en su propio territorio", es decir, en esa franja del 15% del desierto que está bajo su control, será "su decisión", advierte Buteflika. "Si lo hacen no se les permitirá que luchen en el Sáhara y que después regresen a Argelia" como retaguardia. Es decir, que Marruecos podría machacar militarmente a la guerrilla saharaui.

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El rey Mohamed VI de Marruecos (izquierda) y el presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, en Argel en marzo de 2005.
El rey Mohamed VI de Marruecos (izquierda) y el presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, en Argel en marzo de 2005.EFE

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