Un trabajo de envergadura
Nunca está de más apuntar que esta obra, que ahora cumple 25 años de éxitos, es la creación de dos franceses de buena cultura musical y escénica que ya antes habían experimentado con otro musical: La Revolución Francesa. El buen cimiento de Los miserables empieza por su libreto, la ordenación de las escenas, que esta vez en el primer acto han sido llevadas a un ritmo frenético que perjudica la comprensión para quien no se hubiera leído antes la novela homónima; la música juega eficaz, resulta pragmática y de utilidad precisa para desarrollar el argumento río y hasta con el clarinete se permite citar a Delibes, el gran compositor francés del Segundo Imperio. La orquesta cumple y una amplificación ingrata la desluce a ratos.
LOS MISERABLES
Música y libreto: Claude Michel Schonberg; letrista: Herbert Kretzmer (traducción de Albert Mas); orquestación: John Cameron, C. Jahnke y S. Brooker; coreografía: Michael Ashcrotf; escenografía: Matt Kinley; vestuario: Andreanne Neofitou y Christine Rowland; luz: Paule Constable; dirección: L. Connor, J. Powell y Víctor Conde; direcc. musical: Alfonso Casado. Teatro Lope de Vega. 18 de noviembre
Los artistas se muestran desiguales, con mejor fortuna los protagónicos masculinos que los femeninos. Si ya Gerónimo Rauch mereció todos los elogios cuando perfiló una interpretación soberbia de Mary Sunshine en Chicago, ahora se ha entregado a fondo en Jean Valjean. No hay el mismo acierto en el Marius de Guido Balzaretti ni en la Cosette de Talía del Val, con voces inapropiadas de color y registro.
Pero si de méritos y elogio se trata, deben primar lo de conjunto, tanto al coro como a lo que no se ve. Que funcione como un mecanismo de relojería una producción de esta envergadura en un teatro de tan magras proporciones, es un milagro de pericia y mecánica.
El diseño escenográfico merece un aparte, con ese detalle culterano de usar los dibujos del propio Victor Hugo para desarrollar proyecciones de fondo. Una vez Victor Hugo le confesó a Baudelaire en relación con sus hoy tan reputados dibujos: "He terminado por mezclar todo lo que tengo a mano, lápiz, carboncillo, hollín y con esas cosas extrañas más o menos consigo expresar lo que tengo en los ojos y sobre todo en la mente". También usaba los posos del café y restos de vino, lo cierto es que en este musical también está concentrado un ideario por encima de lo argumental y eso prende en cualquier público. Ya Vargas Llosa apuntó que en Los miserables "lo que hay de documental es poco exacto y ha envejecido y lo que conserva su frescura y encanto es todo aquello que Hugo estilizó", y ese proceso de estilización y síntesis está en este resultado del musical, que es un paso enorme para el género en España.
Babelia
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