No todos los 'burkas' son visibles
Una redundancia y una contradicción. Dos mujeres afganas reducidas a cajas oscuras con un agujero, como en los comienzos de la fotografía, usan dos modernísimos móviles con cámara.
La cámara oscura era una caja con un pequeño orificio en una de sus paredes. Por ese orificio entraba la luz, reflejando en la pared opuesta imágenes planas de la realidad. Cuando se inventaron los papeles fotosensibles, la imagen quedaba impresionada en su superficie. He ahí los orígenes de la fotografía. El burka tiene algo de cámara oscura. Dentro hay una mujer reducida a la pasividad del papel fotográfico. Registra lo que sucede, pero no puede interactuar con ello. Tampoco modificarlo, ni siquiera colorearlo. En este caso llama la atención que las dos mujeres encerradas en la cámara oscura obtengan a su vez imágenes de la realidad con máquinas ultramodernas y extraplanas. Como si delante de un telescopio moderno colocáramos uno antiguo. Piensa uno que o sobran los burkas o sobran los teléfonos móviles. Y sin embargo, ahí están conviviendo, del mismo modo que paseando por Nueva York puedes encontrar fragmentos de la Edad Media (quien dice Nueva York, dice Madrid o París).
En Afganistán, de donde procede esta instantánea, sucede al revés: vas paseando por la Edad Media y hallas en su interior pedazos del siglo XXI. En este caso está muy claro a qué época pertenecen los burkas y a cuál las cámaras. Da gusto asignar fechas, distinguir estilos, trazar líneas separadoras. Pero la frontera no es siempre tan clara. Muchos uniformes militares de última generación llevan dentro un general medieval. Quiere decirse que hay burkas invisibles, aunque tan eficaces como el de estas mujeres para limitar la visión. Y el pensamiento.
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