Pose, Todd Selby está en su casa
Era un fotógrafo más en una ciudad abarrotada. Hasta que dio con la idea. Todd Selby comenzó retratando a sus conocidos de Nueva York y colgando sus fotos en un blog. Disparaba en sus apartamentos, en sus estudios; personas atractivas en su espacio, rodeadas de fetiches y objetos cotidianos. El punto cotilla del ser humano ha hecho el resto: ahora le abren su casa Philippe Starck y Karl Lagerfeld, expone en galerías de prestigio y un libro recoge varios de sus mejores retratos (sobre estas líneas, Yoon y DJ Verbal, retratados por Selby en su apartamento de Tokio).
Dice el fotógrafo Todd Selby que lo más complicado de su trabajo es encontrar al personaje correcto, a su "sujeto", así lo llama, una persona a ser posible "interesante" y "creativa", dispuesta a abrir de par en par las puertas de su piso. Pero, claro, hablamos de Nueva York, esa ciudad en la que una noche cualquiera Sally Singer, la ex editora de moda de la revista Vogue USA y actual directora de T Magazine, organiza una cena y unas copas con gente guapa y a la última en el Chelsea Hotel, ese que inmortalizó Leonard Cohen, uno de los epicentros, dicen, del artisteo y la bohemia. Y entonces, allí entre todas estas personas de conversación inteligente, el señor Selby conoce, por ejemplo, al señor Gerald deCock, peluquero y artista visual de barba poblada y aspecto poshippie, colaborador, vecino y amigo de Singer. A pesar de que el señor DeCock posee un apartamento abigarrado y colorista, carne de cañón para este fotógrafo empeñado en "contar historias de personas a través de su espacio y los objetos que poseen", ese primer día cruzan de puntillas por el tema. Seis meses después coinciden en otra fiesta en una terraza y, esta vez sí, el señor DeCock invita al señor Selby a su casa, que casualmente se encuentra en el piso de abajo. El peluquero le acaba regalando al fotógrafo una alfombra atigrada, lo que da cuenta del tipo de decoración que se gasta, se produce el flechazo y en la siguiente cita, a principios de julio, tomarán hummus y falafel, y Selby llevará su cámara, para inmortalizar al "sujeto", el peluquero, en "su espacio", una vivienda neoyorquina con orientación suroeste, luminosa y extravagante, y esos pequeños detalles -móviles, abalorios- que definen la identidad "poco convencional" del inquilino.
"Somos cotillas. Todo el mundo quiere saberlo todo sobre todas las personas. Yo lo hago de una forma artística"
"Me gustaría retratar al matrimonio Obama en la Casa Blanca. Y el interior de la Estación Espacial Internacional"
Esto es, a grandes rasgos, lo que lleva haciendo Todd Selby (34 años) desde el verano de 2008. Después de unos años buscándose la vida como un fotógrafo más en Nueva York, retratando por encargo lugares, celebridades y gente corriente para distintas publicaciones, decidió apostar por "un proyecto propio" e ir colgando los resultados en su fotoblog (www.theselby.com), para que todo el mundo pudiera husmear en las viviendas y estudios de un centenar largo de artistas, músicos, escritores, diseñadores, cineastas y demás personajes, por lo general creativos, a quienes ha ido visitando cámara en mano. La curiosidad humana, el boca a boca y el efecto multiplicador de Internet han lanzado al fotógrafo al estrellato. Su proyecto se llama The Selby is in your place (The Selby está en tu lugar), y él dice que la idea, en realidad, no surgió, sino que siempre había estado ahí latente, desde sus inicios. Lo cuenta al otro lado del hilo telefónico: "Lo más atractivo de mi trabajo era conocer y retratar a gente muy diversa. Estuve, por ejemplo, con Dolly Parton en Hollywood, con Jeff Koons Aprendí mucho sobre ellos solo por el hecho de visitar su apartamento. Pero tenía la sensación de que, de toda esta gente, lo más interesante siempre se quedaba fuera de las revistas: su casa, su espacio, sus posesiones".
El diseñador Philippe Starck, por ejemplo. Algunos conocen su cara; muy pocos han accedido al interior de su vivienda parisiense. Selby estuvo hace poco allí y retrató al oso polar (¿disecado?) junto a la terraza, su gusto por las cortinas para dividir las estancias y por la acumulación de objetos kitsch sobre el mobiliario, los mensajes escritos con tiza sobre una pared de pizarra. Los orígenes, sin embargo, no fueron tan glamurosos. Antes de que el correo de Selby echara humo y le abrieran las puertas Starck, Karl Lagerfeld o el escritor Glenn O'Brien, el fotógrafo comenzó tirando de amigos y conocidos, siempre con halo de artista y, por lo general, personas atractivas. A Georgie Greville, cineasta a la que conoció durante una producción de moda años atrás, y a quien comentó simplemente que tenía la intención de fotografiar "gente en su espacio de vida y trabajo", según recuerda ella, la pilló en su apartamento de Chinatown, al borde de una mudanza, entre atrezzo y vestuario de cine. Es la tercera de la serie.
A un ritmo de dos o tres personajes nuevos por semana, las visitas al blog fueron creciendo de forma exponencial. Pronto dejó de tener que pedir permiso para fotografiar viviendas. Le escribían cientos de correos solicitando su presencia. Su historia, vista con perspectiva, es una de esas metáforas de cómo abrirse hueco en una ciudad abarrotada, pero efervescente, hambrienta de "nuevos y jóvenes talentos", adjetivos con los que lo calificaron en una de sus primeras entrevistas. Todd Selby es un culo inquieto californiano. Estudió Economía y Desarrollo en Berkeley (se especializó en Latinoamérica) y ejerció de asesor de un senador mexicano en el DF, entre otros empleos. Luego, dice, se mudó a Nueva York con la idea de "hacer algo más creativo". En ello anda. Parece haber acertado con la fórmula. Dice: "Somos cotillas. Todo el mundo quiere saberlo todo sobre todas las personas. Y creo que mi trabajo está hecho de una forma artística y por eso ha tenido tan buena acogida". En 2009 celebró una exposición en la boutique Colette de París (retrató a su directora, Sarah Lerfel), y en mayo de este año publicó un libro con una selección de 30 personajes (The Selby is in your place. Abrams Books).
A medio camino entre el fotógrafo de interiores y el documentalista, sus imágenes poseen cierto efecto hipnótico. Lo explica en el prólogo del volumen otra de sus víctimas, la autora Lesley Arfin, cuya cocina parece la de un anciano con síndrome de Diógenes -sobre los fogones hay una estantería repleta de libros acumulando mugre-: "Son estas cosas que hacemos los neoyorquinos cuando caminamos por la calle. Curioseamos los apartamentos de otros a través de la ventana [ ]. En esta ciudad siempre nos estamos mirando por encima del hombro. Siempre hay una persona más atractiva con la que podrías estar saliendo. Un trabajo más interesante al otro lado de la esquina. Y, por supuesto, el apartamento de cualquier otra persona es mejor que el nuestro".
Una de las pocas condiciones que suele establecer el retratista con el retratado es que no ordene, que deje su apartamento tal cual. Él entra y, según coinciden algunos de sus "sujetos", convierte el proceso en algo espontáneo, rápido y divertido. Procura evitar situaciones incómodas. "No suelo adentrarme en áreas a las que no soy invitado. No abro cajones ni armarios", dice. No vaya a ser que se encuentre con lo que no debe, esa caja con instrumentos de tortura sexual, nunca se sabe. Después completa su estudio con una entrevista escrita a mano y una acuarela del personaje. En las últimas semanas ha sumado a su proyecto la filmación de cortos documentales sobre estas personas. El primero de la serie ha sido el chef de Rockaway Taco, en la playa de Queens, que prepara tacos de pescado y platos vegetarianos con las uñas renegridas.
Después de un par de años muy movidos, que le han llevado a Tokio, París, Londres, México y Los Ángeles en busca de nuevos hogares, nuevas víctimas y nuevas posesiones, estos días Todd Selby descansa en el sur de Francia. Al trabajo que le ha dado su fotoblog hay que añadirle una lluvia de encargos para Louis Vuitton, Nike, Habitat o la revista Vogue Paris, que ahora buscan en él ese toque casero y como de todos los días. Mientras tanto, el fotógrafo mira al horizonte. Una de sus estrategias, reconoce, ahora que se ha vuelto popular, es aprovechar las entrevistas para lanzar globos sonda especificando cuál le gustaría que fuera su próxima visita. "Lo he intentado con los Obama en la Casa Blanca", dice al otro lado del teléfono, "pero todavía no tengo respuesta. Y también quiero fotografiar el interior de la Estación Espacial Internacional. Salir al espacio exterior". Igual cuela.
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