Sudamérica deja fuera de juego a la OEA
La rebelión de la policía ecuatoriana contra el presidente Rafael Correa desencadenó una respuesta regional inédita. En 24 horas, la mayoría de los presidentes de los 12 miembros de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) acudió a una reunión extraordinaria en Buenos Aires para condenar la asonada en Quito. Solo faltaron el brasileño Lula da Silva (por las elecciones en su país) y el paraguayo Fernando Lugo, por razones de salud. Casi al mismo tiempo, los ministros de Exteriores volaron a Quito para arropar a Correa.
La cumbre aprobó medidas concretas para abortar golpes de Estado en la región, como el cierre de fronteras (como hicieron Colombia y Perú el día de la asonada) y la suspensión del tráfico aéreo, del comercio y del suministro de energía. Las medidas serán incorporadas a los estatutos de Unasur.
El respaldo de Unasur tuvo mucha más repercusión que la reacción de la Organización de Estados Americanos (OEA). La crisis demostró que ambos organismos han aprendido la lección del golpe de Honduras de junio de 2009. Pero mientras Unasur ha ganado fuerza, la OEA sigue siendo vista en la región como un brazo diplomático de EE UU.
"Unasur es eficaz, pero su propia existencia aún depende mucho de los presidentes que la han creado: Lula, Chávez, Kirchner, Morales y el propio Correa. El bloque tiene mucho que demostrar para consagrarse como defensor de la democracia latinoamericana", opina José Ayala Lasso, ex ministro de Exteriores de Ecuador. "La OEA cumple sus funciones, pero Unasur ha demostrado que puede actuar más eficazmente", sentenció el ministro de Exteriores peruano, José Antonio García Belaunde. La frase resume la idea que transmitieron los funcionarios: Unasur puede resolver sus problemas sin la intervención de EE UU.
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