Los cubanos temen el ajuste de Castro
La subida de un 18% del precio de la gasolina agudiza el malestar en la isla
Sentada en su puesto de trabajo, cumpliendo labores administrativas en un céntrico hotel de La Habana, una joven con cara de lista y ánimo por los suelos -"de futura desempleada"- recibió ayer con humor negro la noticia de que el Gobierno de su país había subido la gasolina: "el que para carnero nace, del cielo le cae la lana".
Con el choteo, Alina se refería a que la subida del precio de los combustibles, del 10% para el diésel y del 18% para la súper, es "apenas un viento platanero" en el contexto del huracán general que se avecina en Cuba. La zona de mayores turbulencias, lo sabe todo el mundo, gira alrededor del medio millón de millón de empleados que se quedarán en la calle en los próximos meses, uno de cada ocho trabajadores del sector estatal, toda una bomba.
"Creíamos que la cosa no se podía poner peor, pero sí", dice un funcionario
"Creíamos que la cosa no se podía poner peor, pero sí", expresaba ayer Juan, dependiente de un establecimiento lejano a la privilegiada área dólar. El hombre, de 55 años, decía no verse "con fuerzas ni capacidades" para salir adelante en el sector privado después de toda una vida "echada en el funcionariado", y vaticinaba males ambiguos y apocalípticos: "lo que se nos viene encima es mucho con demasiado, se lo digo yo".
Para algunos podrá parecer exagerado. Pero cientos de miles de cubanos, por no decir millones, lo están viviendo así, con verdadera angustia y temor, en muchos casos con miedo paralizante.
Muchos están sobrecogidos por la posibilidad de quedar en el paro, y ni se plantean aún como una opción la iniciativa del Gobierno de Raúl Castro de fomentar mayores espacios para el trabajo por cuenta propia y la iniciativa privada.
El propósito de que esa apertura se convierta en una alternativa real para los futuros desempleados todavía tiene muchas zonas oscuras, persisten muchas restricciones y además la gente ni siquiera ha asimilado lo que está ocurriendo.
En el hotel donde trabaja Alina, la plantilla se acerca a los 600 empleados. Deberá de reducirse en más de 100 puestos. En el centro laboral de Juan, de 40 empleados, quedarán poco más de la mitad. En ambos lugares ya han tenido lugar las primeras asambleas con la administración. Se les ha comunicado la cruda realidad, sin más, informándoles de que ahora una comisión deberá decidir quienes son idóneos y quienes no.
"En el plazo de tres meses deberán estar hechas las listas, imagínese cómo estamos todos", dice Alina. Y da igual el área dólar o el perjudicado sector de la moneda nacional. "Si en Cuba somos pocos los que vivimos solamente de nuestro salario en pesos, la mayoría sí dependemos de lo que resolvemos en el centro de trabajo", afirma.
Los economistas constatan que los cambios implican estas reestructuraciones traumáticas, pero también saben que la mayoría de la gente no esta preparada. Y la gasolina sube y, como es lógico, la libreta de racionamiento adelgaza.
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