El comandante más sanguinario
Jorge Briceño, el 'Mono Jojoy', encarnaba la brutalidad de la guerrilla colombiana y era el último campesino en la dirección de las FARC
Era uno de los personajes más aborrecidos por los colombianos. Su figura tosca, de mirada dura, siempre enmarcada entre un bigote bien afeitado y una boina negra, encarnaba la brutalidad de una guerrilla despiadada. Sobre su cabeza pendían más de medio centenar de órdenes de captura por terrorismo, asesinato y narcotráfico. Sin embargo, poco se sabe de Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, jefe militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) muerto en una operación del Ejército.
Nada está del todo claro en su vida, salvo la edad: 57 años. No hay acuerdo ni en el lugar de nacimiento (Boyacá, según unos, Cundinamarca, según otros), ni en el momento en que toma las armas. Su biografía oficial lo establece en 1975, es decir, con 22 años. En realidad, todo parece indicar que el Mono Jojoy se crió en la guerrilla con su hermano Germán, alias Grannobles, hoy escondido en Venezuela. Se cuenta que su madre cocinaba para aquel grupo de campesinos liberales que, encabezados por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda, Tirofijo, se echaron al monte en los años sesenta con un programa agrarista, lejanísimo antecedente de las FARC. El propio Mono Jojoy dijo alguna vez que de niño hacía de correo para los mandos. Y sus correligionarios aseguran que fue criado a los pechos de Tirofijo, que lo protegió y lo acabó colocando en el máximo órgano de la guerrilla, a pesar de su escasa preparación. De hecho, Jojoy era el último jefe campesino en el Secretariado, copado hoy por miembros de extracción urbana formados en la ortodoxia comunista.
Siempre estaba dispuesto a "dar pistola" a traidores e indisciplinados
De Tirofijo heredó la dureza y buenas dosis de cinismo. Fue él quien, a finales de los años noventa, impulsó los secuestros de políticos y miembros de las fuerzas de seguridad mientras las FARC negociaban con el Gobierno de Andrés Pastrana. Así aprovecharon la impunidad que tenían en la desmilitarizada región del Caguán. En la zona se recuerda con pavor la tiranía de Jojoy, que mandó asesinar a decenas de alcaldes y funcionarios.
De hecho Jojoy, al frente del todopoderoso Bloque Oriental, era el virtual dueño de los rehenes "canjeables" de las FARC. Además de los secuestros, los 10 frentes y las cuatro columnas bajo su mando, controlaba la producción y la comercialización de la cocaína, principal fuente de financiación de la guerrilla.
Es probable que el Mono Jojoy no fuera mucho más cruel que otros mandos de las FARC, que engrosa las listas internacionales de organizaciones terroristas. Pero de su carácter brutal dan fe los mensajes que intercambiaba con sus correligionarios, como los hallados en los ordenadores de Raúl Reyes, número dos de la guerrilla muerto en 2008 en un bombardeo contra su campamento en Ecuador. En ellos Jojoy aparece siempre dispuesto a "dar pistola" a quienes consideraba indisciplinados o traidores.
"Hemos hecho en un mes 18 consejos de guerra a personal que resultó infiltrado dentro de las unidades. Todos salieron fusilados", contaba a sus camaradas el 21 de agosto de 2007, para después explayarse en sus problemas de salud: "Cada vez estoy más limitado físicamente por irresponsable con la comida, en los últimos meses he estado bajo control permanente de un diabético y mis horas de trabajo son menos, los medicamentos son hacer conciencia de los males que tengo, meter voluntad y someterme a las putas dietas alimenticias". En otro mensaje posterior, el jefe guerrillero da cuenta de nuevos asesinatos. "En lo que va corrido del año han desertado 112, se capturaron 33, se les hizo consejo de guerra y salieron fusilados 22".
Jojoy era un hombre escurridizo y se dice que a Víctor Julio Suárez se le puso ese mote por su capacidad para evadir a sus perseguidores ("mono" es el sobrenombre que reciben los rubios en Colombia). En los dos últimos años, el jefe militar de las FARC había vivido acorralado entre los departamentos de Meta, Caquetá y Cundinamarca, moviéndose en círculos, protegido por mil hombres y cada vez más paranoico. Ayer se cerró su historia.
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