Irán ve en Turquía un aliado para burlar las sanciones
Las restricciones internacionales retrasan el plan nuclear de Teherán
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, está aprovechando el rosario de entrevistas que ha concedido con motivo de su asistencia a la Asamblea General de la ONU para desestimar el efecto de las sanciones internacionales por su empeño en no renunciar al enriquecimiento de uranio. Sin embargo, de acuerdo con un exhaustivo informe publicado ayer por la agencia Reuters, esas medidas "pueden haber retrasado el programa nuclear iraní entre 18 meses y dos años". Además, según la misma fuente, el rastro que deja el dinero destinado a ese cometido ha llevado a EEUU y sus aliados hasta Turquía, y están tratando de convencer a Ankara para que cierre varios bancos iraníes que operan en su territorio.
Un responsable de EE UU viajó a Ankara para frenar la actividad del régimen
De acuerdo con la agencia, que cita declaraciones de diplomáticos occidentales e informes clasificados de los servicios secretos a los que ha tenido acceso, "Turquía ha estado permitiendo que bancos iraníes presuntamente vinculados con el programa nuclear de Teherán operen dentro de sus fronteras". Esa actitud permisiva daña el esfuerzo internacional para dificultar la financiación del enriquecimiento de uranio que puede convertirle en un país con armas atómicas. Ahmadineyad ha vuelto a negar en Nueva York que esa sea su intención, pero ni EE UU ni sus aliados se fían a la vista de los informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica.
Desde que la ONU aprobara la primera resolución sancionadora contra Irán en diciembre de 2006, muchas miradas se centraron en Dubai, un pequeño emirato del golfo Pérsico con escaso control de los movimientos de divisas y mercancías. Sin embargo, el informe de Reuters apunta a que Turquía está tomando el relevo a la ciudad-estado árabe. También menciona los casos de Austria (por un banco vinculado a uno turco) y Corea del Sur, pero no al nivel de Turquía, potencial puerta de Irán al sistema financiero europeo.
A ningún observador le pasa desapercibido el espectacular aumento de las relaciones económico-financieras entre ambos vecinos. El comercio bilateral alcanzó los 7.600 millones de dólares en 2008. El pasado sábado, todos los periódicos iraníes se hacían eco de una declaración del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, sobre sus intenciones de triplicar esa cifra para 2015.
Sin duda la mayoría de ese comercio es legítimo, pero el temor de los analistas es que si Turquía se convierte en un paraíso para las actividades bancarias iraníes, Teherán pueda sortear más fácilmente las sanciones. De hecho, la preocupación no es sólo teórica, sino que se centra en una docena de bancos iraníes que están en la lista negra de Washington, pero no entre los sancionados por las resoluciones de la ONU, las únicas que Ankara está obligado a cumplir. Por lo tanto, sólo los bancos turcos con operaciones en EE UU se arriesgan a ser penalizados en ese país.
Reuters asegura que Daniel Glases, el responsable de Financiación Terrorista y Delitos Financieros del Departamento del Tesoro estadounidense, viajó recientemente a Turquía para abordar el asunto con las autoridades. En el pasado, enviados de esa agencia han hecho visitas similares a funcionarios y altos cargos bancarios de varios países europeos.
Turquía, miembro de la OTAN y reiteradamente rechazado en sus aspiraciones de entrar en la UE, siempre se ha opuesto a la presencia de armas nucleares en la región. Sin embargo, también le preocupa la posibilidad de una nueva guerra, tras las de Irak en 1991 y 2003, ahora que su economía va viento en popa. Además, Irán se ha convertido en uno de sus principales abastecedores de hidrocarburos, imprescindibles para su desarrollo.
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