La minería
Resulta poco gratificante conocer que un eurodiputado español, del principal partido de la oposición, haya solicitado a la Comisión Europea la retirada y denegación de las ayudas económicas y medidas políticas dirigidas al mantenimiento de la minería; actividad de la que dependen miles de ciudadanos en diferentes puntos del territorio nacional.
Probablemente, ser nieto, hijo o sobrino de hombres que trabajaron arrancando carbón no es la mejor carta de presentación para mantener una opinión contraria a tal iniciativa, pero hay cuestiones que no se eligen.
Es indiscutible que deben encontrarse y desarrollarse fuentes energéticas y tecnologías con bajo impacto medioambiental, y es probable que, si no se tienen en cuenta las condiciones laborales de los mineros, ni las de seguridad de las minas, ni el valor estratégico del carbón como combustible fósil autóctono, resulte más barato importar la materia prima de terceros países.
Aunque, si trasladamos criterios similares a otros ámbitos, ¿habría que retirar de forma inmediata cualquier ayuda al sector del automóvil, responsable de la emisión de un tercio de los gases de efecto invernadero? ¿Deberían suprimirse todas las subvenciones a las explotaciones agrícolas y ganaderas? ¿Hay que retirar la protección prestada a los atuneros que pescan en las costas de Somalia?
En las últimas décadas, en la zona norte de España se han destruido miles de empleos vinculados directa e indirectamente a la minería y, en mayor o menor medida, se han padecido, sorteado o superado las huellas dejadas por las reconversiones laborales.
Las comarcas mineras no desean vivir de la caridad ni del cuento, pero sí demandan políticas sensibles, razonables y eficientes a la hora de impulsar y consolidar alternativas de vida.
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