Noche de arte mayor
La categorización de obra maestra en ballet se resiste a ser otorgada. Sinfonía de los salmos (1978) lo es sin fisuras. El programa con que el Real cierra heroica y dignamente su temporada es una demostración de cómo el gran ballet, moderno o clásico, se impone por una emocionada calidad, un peso estético en que se dan cita lo musical, lo bailado y lo plástico. Los factores del estilo, eso que en NDT es marca. La compañía brilló, los artistas exultaron lo mejor de su baile.
Whereabouts unknown puede situarse dentro del corpus de la obra kilianiana a medio camino entre las inquietudes antropológicas y el tenebrismo de hace más de una década. Es un ballet donde la penumbra adquiere valor, la pausa intencionada se hace tránsito y el silencio oportuno adquiere el significado virtual de la indagación. El uso y sentido del ensemble inicial, clásico en su meollo formal, es hipnótico. Las máscaras primitivas hacen pensar en el impacto que tales artefactos rituales tuvieron en las vanguardias, de Wilfredo Lam a Picasso.
Intensidad depurada
Subject to change es la mejor obra que he visto del tándem Lightfoot-León; le ayuda mucho ese Schubert amplificado a la formación orquestal por Mahler, un ejercicio que va más allá de doblar los instrumentos. La escena es abierta, depurada, sin excesos de aparato extemporáneo, y el baile es intenso, concentrado en intención y focalizado a una lectura intimista, algo opresivo y desasosegante.
Dice el crítico norteamericano Paul Rosenfeld que Sinfonía de los salmos nos recuerda el interior lleno de mosaicos de una cúpula bizantina. Kilian decora la escena con un mosaico de alfombras, ese objeto que relata el interior recogido, el rezo o el paso mullido, silente. Ross también cita la cercanía de su composición con la muerte de Diaghilev un año antes. Pero Stravinski, en ese tiempo, no solo encendía cirios y acumulaba iconos, había coqueteado con la ralea teosofista (de Gurdjiev a Oupenski). La coreografía de Kilian contiene así un misticismo evocador de un tiempo de creer que se antoja agotado, de ahí su lirismo. Kilian, con su desarrollo del lenguaje del canon, la proyección de los saltos como aceptación elegiaca, propicia finalmente esta noche de arte mayor.
Babelia
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