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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ingenuidad elefantiásica

El sueco Lukas Moodysson recibió la bendición de Ingmar Bergman al tiempo que se convertía en paradigma del autor hype, que se diría diseñado a la medida del circuito de festivales con sensibilidad indie. Su segundo largometraje, Juntos-Together (2000), parecía certificar su condición de hijo de la generación que hizo -o, por lo menos, intentó hacer- la revolución, circunstancia existencial que ha nutrido el paisaje creativo de los últimos años de atravesados nihilistas con lujuria por la provocación (el modelo Houellebecq) o de apólogos de la jubilación de la conciencia política para abrazar la inconsciencia sentimental (el modelo Moodysson, sin ir más lejos).

Llegó un momento en su carrera en que las cosas se pusieron interesantes (que no necesariamente fascinantes): Moodysson parecía empeñado en negarse a sí mismo, espantar a su público fiel y reclamar asilo político para su arte en un mundo alejado de los falaces circuitos de la distribución comercial. Películas como A hole in my heart (2004) y Container (2006) parecían anunciar que el punto de destino de la filmografía de Moodysson iban a ser las galerías de arte. Pero no. Mamut, su producción más cara y ambiciosa hasta la fecha, pone las cosas en su sitio. Para desgracia de quienes aprecien las bondades de lo imprevisible.

MAMUT

Dirección: Lukas Moodysson.

Intérpretes: Gael García Bernal, Michelle Williams, Thomas McCarthy, Marife Necesito, Sophie Nyweide.

Género: drama. Suecia, 2009.

Duración: 125 minutos.

Más información
"Quizá vuelva a rodar, hoy tengo otras prioridades"

Mamut es la Babel (2006) particular del cineasta sueco: menos tremendista, más sentimental, pero igualmente mentirosa, parcial, manipuladora e inútil. En suma, casi un ejercicio de género sobre esas narrativas de la globalización que tienen su paradigma en la película de Iñárritu y su mutación transgénica en el imaginario de una serie como Perdidos. La película de Moodysson es, también, el simulacro de una película concienciada en el páramo que queda tras el aparente fin de las ideologías: en cierto sentido, la antítesis de un verdadero cine político.

En el mapamundi que dibuja el cineasta sueco, el servicio doméstico y la prostitución exótica funcionan como cristalización de la culpa burguesa del Primer Mundo: lo que está en juego no es una reflexión de índole política o social, sino la gestión de la tranquilidad emocional de los privilegiados, encerrados en su confortable burbuja aséptica. Una ingenuidad irritante, elefantiásica.

La familia protagonista de <i>Mamut.</i>
La familia protagonista de Mamut.
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