"Yo actúo desde la imaginación"
Javier Bardem deslumbra en 'Biutiful' y se postula para el premio del certamen
Después de lo visto ayer en Cannes cuesta creer que hoy exista un actor dramático comparable a Javier Bardem. Ya no es ni su capacidad de transformación, ni la intensidad que transmite, ni todo lo que es capaz de contar sólo inclinando su majestuosa cabeza. Es algo que se escapa de la lógica de cualquier elogio. Porque ayer Bardem (Las Palmas, 1969) literalmente dejó de ser el hombre sano y guapo que es para convertirse en Biutiful, de Alejandro González Iñárritu, en un individuo putrefacto, un pobre diablo invadido por una metástasis interior y exterior que ante la recta final de su vida quiere convencerse de que no ha hecho tan mal las cosas. La necesaria curación ante el final del camino, el reencuentro con los muertos y el dolor ante el adiós a los hijos. Bardem es desde ayer el favorito para lograr un premio en Cannes, aunque él, asegura, se lo toma con calma. "Ojalá. Aunque repito el tópico, lo importante es estar aquí".
"La vanidad es lo peor que le puede ocurrir a un intérprete"
Con un cigarro en la mano, el actor explica que le favorece trabajar con intérpretes naturales (lo es gran parte del elenco de Biutiful) porque con ellos es más fácil alcanzar la verdad que busca y que encuentra también frente a Rubén Ochandiano o Eduard Fernández. "Yo no quiero actuar, quiero ser. Y estar con gente que no actúa siempre facilita el trabajo. Me devuelve a lo básico, al verdadero sentido de este oficio, que es ser el vehículo de otro y no de uno mismo. Esa vanidad es lo peor que le puede ocurrir a un intérprete". Para lograr esa idea de "comunicador" Bardem agradece la "delicadeza" de Iñárritu al dirigirle. "No es que me deje hacer lo que yo quiero, no es eso. Es que él tiene buenas intuiciones y con ellas me ha invitado a un lugar profundamente creativo. No es un problema de flexibilidad. Para llevarte a lugares complicados, y los de esta película lo son, hay que emplear mucha delicadeza. Y Alejandro me ha protegido. No es un director de trazo grueso".
Ni siquiera admite que su propia experiencia (Bardem trató poco a su padre) ha sido útil para evocar a un hombre que ante la muerte se reencuentra con el progenitor que apenas conoció: "No necesito haber matado para ser un asesino, puedo ser un tetrapléjico sin haberlo sido nunca, o Reinaldo Arenas o quien toque". Pero esta vez (y quizá ahí radica el impacto de su nuevo trabajo) no hay muletas que le ayuden a caminar: ni acentos ("aunque trabajé para quitarme mi castizo madrileño"), ni pelucas, ni mimetismos con un personaje real. Ni siquiera demasiados diálogos. "Bueno, el cuerpo habla. ¿No? El cuerpo es parte del mensaje". El actor explica entonces que Uxbal, el protagonista de Biutiful, es un hombre que no puede ir con la cabeza alta y que la laberíntica miseria que le rodea (y de la que él no es un inocente espectador) tampoco le permite levantarla. Insiste entonces en una palabra: compasión. "Es alguien que quiere recorrer en paz sus últimos metros, pero nada de lo que le rodea se lo permite". Contar la vida desde la muerte: "Yo actúo desde la imaginación. La gran maravilla de este oficio es que nos lleva a los lugares que buscamos de maneras muy distintas: ideas, sensaciones, pero también olores, texturas, lugares...".
Bardem fue el protagonista de una jornada maratoniana en la que literalmente algunos periodistas tuvieron que colarse en la enorme sala Lumière (cerrada por aforo completo desde las ocho de la mañana) para poder ver el nuevo trabajo del director de Amores perros. Después de trotar por el mundo para rodar su anterior filme, Babel, Iñárritu decidió darle la vuelta al planteamiento: esta vez sería una sola ciudad y un solo personaje. A su alrededor, giraría una familia y diferentes culturas. Así llegó Barcelona. Biutiful muestra la cruz, como señala el propio Bardem, de la cara que se vió en Vicky Cristina Barcelona. Un lumpen multicultural que para Iñárritu no es la sombra sino "la luz" de una ciudad. "Es el submundo de todas las ciudades de occidente. Esa Barcelona existe. Y la otra Barcelona no existiría sin esta. Dependen la una de la otra".
Babelia
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