Sin política propia
Detrás del drástico recorte de Zapatero hay un fin de semana histórico para la Unión Europea. La creación del mecanismo económico europeo de estabilización es quizá el paso más importante que se ha dado hacia una verdadera política económica europea, aunque, por supuesto, falta mucho para llegar a un gobierno europeo que disponga de recursos suficientes para actuar como gobierno central de un Estado federal. Subrayada la relevancia del acontecimiento, vienen las dudas sobre la filosofía de los ajustes impuestos: ¿es razonable forzar reducciones del déficit tan drásticas? ¿No se corre el riesgo de dañar la recuperación? ¿No habría sido más sensato alargar los plazos de los recortes? ¿Podría ocurrir que España, por ejemplo, entrara en un periodo de deflación de difícil salida? Y más allá de las dudas, la cruda realidad: la debilidad de la política frente al dinero, la falta de autoridad de Europa frente a los inefables mercados, la incapacidad para frenar fondos sin control, "figuras de humo y de mentiras", para utilizar una expresión de Felipe González.
Sí, pese a todo, Europa ha dado un paso adelante. Zapatero se ha driblado a sí mismo. Zapatero ha cambiado radicalmente y de golpe su política frente a la crisis. Y lo ha hecho bajo una fortísima presión internacional. Dicho de otro modo: ha sido conminado a renunciar a sus convicciones. Y ha visto limitada su autonomía. Tan sólo hace unas semanas, en las frustradas negociaciones con la oposición, negaba solemnemente los principios del ajuste actual. Los errores cometidos por Zapatero en la gestión de esta crisis habían sido paliados en buena parte por su insistencia en las políticas sociales y su buena sintonía con los sindicatos. Gracias a ello, España pasaba la crisis sin apenas conflictividad social. Era el gran valor de Zapatero, que explica que mantenga todavía sus opciones electorales. Ahora, el guión cambia radicalmente y las alianzas peligran.
En el colmo del oportunismo, el presidente del PP, que llevaba meses pidiendo recortes drásticos, se presenta ahora como valedor de las políticas sociales. No es practicando el ventajismo, en un momento tan delicado, como el PP conseguirá acabar con la desconfianza crónica que muchos electores tienen con la derecha cuando están en juego derechos sociales básicos. Pero la cuestión es otra: Zapatero ha cambiado de política y debe reconocerlo si no quiere cometer el mismo error que cometió con la crisis: negar lo evidente. Debe reconocerlo y explicarlo. Y para que la explicación sea asumible para la sociedad es necesario que las medidas tomadas respondan a un criterio de equidad. Esto es lo que se echa de menos en lo que se ha anunciado hasta ahora. Una vez más, la sociedad tiene la sensación de que siempre pagan los mismos. Puede sostenerse que al cargar el ajuste sobre los funcionarios se compensa de algún modo el desequilibrio en derechos y beneficios entre el empleo público y el empleo privado. Pero no basta. Es muy importante que haya señales de que los sacrificios también llegan a lo alto de la pirámide. No sé si hay que subir el tramo alto del IRPF o si hay que actuar sobre los salarios y prebendas de las cúpulas de las grandes empresas, pero algo hay que hacer si Zapatero no quiere que la irritación ciudadana se convierta en indignación y se lo lleve por delante.
De pronto, Zapatero se ha quedado sin política propia. Su proyecto naufragó en la crisis y se disuelve ahora en la gran rectificación. O consigue el milagro de demostrar que las cargas del ajuste se reparten de modo realmente equitativo, o su posición, ahora sí, puede hacerse insostenible. Y, sin embargo, es todo el marco político el que entra en fase de gran movilidad. Para la oposición tampoco el momento es el óptimo. De entrada, muere la demagogia de la bajada de impuestos tan querida por el PP como por CiU. En este momento sería un gesto de humor negro. En la medida en que el miedo ha calado y la ciudadanía se ha dado cuenta de la envergadura del envite, la oposición patinaría si diera demasiadas señales de buscar sólo elecciones anticipadas.
Una rectificación de tal envergadura ¿pone en duda la continuidad de Zapatero? ¿El momento del ajuste es el momento adecuado para unas elecciones? No hay sobre la escena propuestas alternativas, cualquiera que estuviera en el Gobierno obedecería el imperativo europeo: Zapatero tiene que llevar a cabo el ajuste al que se llegó, en parte, por sus errores. Y ya llegará el momento del juicio ciudadano. Ahora, menos regate corto y más pensar en el futuro. Después del ajuste, ¿qué?
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