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Catástrofe ecológica

"La mancha no ha llegado, pero ya nos está arruinando"

En la bahía de Saint Louis el turismo no levanta cabeza y la pesca peligra

Hace cuatro años, el huracán Katrina arrasó el 98% de esta apacible localidad costera y turística de 6.500 habitantes. Murieron 28 personas. Nada de lo que hoy se ve en su pequeño puerto quedó en pie. Después de temporadas muy duras, en las que los turistas se resistían a regresar, con la imagen de la devastación del huracán fresca en la mente, ayer uno ponía el pie en Pass Christian y, aunque no viera la gran mancha de petróleo, era fácil saber que estaba allí, a 48 kilómetros. Los vientos del sureste traían, a ráfagas, un olor dulzón, similar al del gasóleo.

"Nos costó cinco años recuperarnos", explica Richard Peck, de 45 años, gerente del bar Shaggy's, oteando el horizonte. "Confiaba en volver a tener beneficios esta misma temporada, que empieza ahora en mayo. Pero mira: la playa vacía. Y mientras esa macha siga ahí, así va a estar. Esto era lo último que necesitábamos". Aquí apareció, el pasado sábado, la primera víctima animal de esta catástrofe, según los residentes locales: una tortuga muerta. Desde entonces ha habido una decena más.

"¡Nos costó cinco años recuperarnos del 'Katrina' y ahora esto!"
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Pass Christian, puerto de entrada a la pequeña bahía de Saint Louis, es el punto más cercano de Misisipi a las islas Chandeleur, un arrecife de 80 kilómetros de largo que, según el gobernador de Luisiana, Bobby Jindal, ya ha quedado parcialmente manchado por la marea de petróleo. Hasta el pasado verano, los turistas podían acercarse con los botes alquilados hasta las islas, gran atracción turística, zona protegida que diversas especies de pájaros utilizan en sus migraciones. Ahora son la gran barrera de contención de un crudo que puede volver a devastar las costas de Misisipi.

Hay vecinos que aseguran que las tortugas murieron asfixiadas por el petróleo. La Administración Nacional de Atmosféra y Oceáno ha abierto una investigación para averiguar si, en realidad, las mataron barcos de pesca. Muchos marineros se han lanzado a faenar frenéticamente en las aguas que el Gobierno estatal ha dejado operativas, en previsión de que la crecida del vertido los inmovilice por un largo periodo de tiempo.

Hasta ayer, las aguas estatales de Misisipi seguían abiertas a la pesca. "Si las cierran, y el cierre dura meses, eso será una sentencia de muerte para el comercio en esta ciudad", explica el gerente del puerto, Willie Davies, de 41 años. "Aquí tenemos una inmensa zona de ostras, que se exportan a todos los puntos del país, desde Nueva Orleans al norte del Atlántico. Sin marisco no hay dinero. El 50% de la población depende de la pesca. Y casi la otra mitad, del turismo. No importa cuánto tarde en llegar, esa mancha ya nos está arruinando".

Las ostras, de hecho, se han acabado ya en algunos restaurantes del este de la península de Florida. En Nueva Orleans, centro neurálgico del turismo en la zona, muchos restaurantes del Barrio Francés colgaban esta semana carteles en los que se leía: "Aún tenemos ostras". De hecho, el cierre de aguas federales a la pesca sólo ha afectado a un tercio de las zonas de las que se nutre la capital de Luisiana. Por ahora.

Imagen proporcionada por la Armada de EE UU en la que se ve un incendio de crudo controlado en el golfo de México.
Imagen proporcionada por la Armada de EE UU en la que se ve un incendio de crudo controlado en el golfo de México.AP

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