Salvavidas para Grecia
Vía libre al masivo programa de rescate de la Unión Europea y el Fondo Monetario
El acuerdo de masivo apoyo financiero a Grecia por el FMI, la Comisión Europea y el BCE, respaldado ayer por los ministros de Finanzas de la eurozona, y esta vez con el abierto apoyo alemán, es una decisión necesaria. La inacción o la demora en su concreción habrían acentuado las ya graves dificultades de algunas economías que comparten la moneda única y habría socavado aún más los fundamentos del área monetaria.
Los 110.000 millones de euros acordados (de ellos 80.000 los aportarán los 16 países de la eurozona) permitirán al Gobierno socialista griego refinanciar los vencimientos de su deuda pública en condiciones más llevaderas que las de mercado. A cambio, Atenas ha asumido un draconiano plan de austeridad trienal que ayudará a recuperar la credibilidad hipotecada por años de trampas en las cuentas públicas. Aumento inmediato de impuestos, reducción de pensiones y programas sociales y congelación en las rentas de los empleados públicos son algunas de las piezas centrales de ese programa de choque que está provocando un crispado clima de contestación en el país.
Los inconvenientes de esta formidable ayuda financiera -no contemplada formalmente en las normas constitutivas de la unión monetaria y primera en los 11 años de historia del euro- son menores que las ventajas. Tras los avatares de los últimos meses suscitados por la aprobación de este programa de rescate, incluido el ruidoso castigo infligido por el mercado a algunos Gobiernos, la lección más importante que cabe extraer para Europa es la necesidad de una mayor y mejor coordinación de las políticas económicas en la eurozona, principalmente la presupuestaria. Si no se llega pronto a algo parecido a un Gobierno conjunto acordado en sus líneas maestras se seguirán produciendo fragmentaciones peligrosas, cuando no la definitiva exclusión de algunos países.
La contribución de Angela Merkel a la confusión de las últimas semanas ha sido notable. La canciller alemana bendijo ayer por vez primera abiertamente la ayuda masiva a Atenas, que su Parlamento aprobará esta semana, antes de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que solemnizará el rescate de Grecia. Pero la volatilidad de sus actitudes, en función de intereses electorales, ha debilitado la credibilidad del más importante proyecto de integración europea y no ha servido para fortalecer su liderazgo en la UE.
Si la Unión como tal ha de sacar conclusiones que sirvan para reducir la vulnerabilidad institucional que esta crisis está poniendo de manifiesto, también han de hacerlo, imperativamente, los gobiernos nacionales más castigados. El de Rodríguez Zapatero, desde luego. Para ganar la confianza de los agentes económicos deben definirse urgentemente prioridades claras, compatibles con hipótesis de crecimiento realistas. Y es necesario que el sistema bancario normalice cuanto antes su funcionamiento.
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