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Las bacterias de hospital empiezan a perder la batalla

Las infecciones adquiridas en las UCI bajan gracias a un programa pionero

Elena G. Sevillano

Están por todas partes. En los respiradores, en las puertas, en las manos de las enfermeras, hasta en el ambiente. Se puede limpiar, varias veces al día. Se puede tener un cuidado extremo al tocar a cada paciente. Pero las bacterias de hospital son pertinaces, supervivientes a las condiciones más extremas. Imposibles de erradicar. Hay algunas, como las Pseudomonas aeruginosa, que los expertos definen como "endémicas de las UCI". De lo que se trata, pues, es de intentar que se propaguen lo menos posible. No es fácil. Siete de cada 100 pacientes que ingresan en un hospital acaban pillando una infección nosocomial, que es como se conocen en la jerga médica. En las UCI, con enfermos muy graves, con las defensas por los suelos, multitratados, es aún peor: 11 de cada 100 acaban infectados.

El protocolo Bacteriemia-Zero ha reducido los contagios por catéter

Puede parecer alta, pero la cifra es muy buena, a juicio de los responsables del informe Envin-Helics, un registro que vigila desde 1994 las infecciones nosocomiales adquiridas en las unidades de cuidados intensivos españolas. Por primera vez en muchos años, las tasas de infecciones han disminuido. Especialmente la neumonía asociada a ventilación mecánica, que ha bajado de los 14,95 episodios por cada 1.000 días de 2008 a los 11,44 del año pasado. ¿Cómo se explica? "Las tasas se habían mantenido estables mucho tiempo, porque sólo hacíamos registro, medición", explica el intensivista del Hospital del Mar de Barcelona Francisco Álvarez Lerma, uno de los coordinadores del informe. "Ahora hemos hecho un cambio conceptual: hemos pasado de la vigilancia a la prevención", añade.

El responsable del descenso es el programa Bacteriemia-Zero (BZ), que ha convertido a España en el primer país -la OMS lo eligió como país piloto- que implanta un protocolo para reducir un tipo de infecciones hospitalarias, las bacteriemias (presencia de bacterias en sangre) asociadas al uso del catéter venoso central. El éxito del programa, fruto de un acuerdo entre la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) y el Ministerio de Sanidad, ha sido tal que, en sólo un año, la incidencia ha bajado de 4,89 episodios por 1.000 días a 3,96.

Las infecciones asociadas a catéteres vasculares no sólo incrementan las complicaciones y la mortalidad. También la estancia en el hospital, es decir, los costes. Y España tenía una de las tasas más altas en el registro europeo. "Hasta hace poco se entendían como mal menor, pero ahora son un efecto adverso no deseado. Ahora somos conscientes de que, cuando se producen, hemos hecho algo mal", afirma Álvarez, que también es el coordinador nacional del proyecto. El programa BZ es, en realidad, un conjunto de medidas fácilmente aplicables. Tanto que la primera es, simplemente, lavarse las manos. Desinfectar la piel con clorhexidina, evitar la vía femoral (más sucia que la subclavia), retirar las vías cuando ya no sean necesarias, mantener adecuadamente el catéter... Básicamente, lo mismo que puso en práctica Peter Pronovost, de la universidad Johns Hopkins, en 2003 en el estado de Michigan. El resultado, publicado en The New England Journal of Medicine, fue espectacular: la tasa bajó a 1,8 por 1.000. En España el objetivo fue más modesto: "Estábamos en ocho y nos propusimos bajar a cuatro", explica Álvarez. Lo consiguieron, a juzgar por el último estudio Envin, que recoge datos de 15.000 pacientes de 147 UCI españolas.

"Si el programa progresa, además de mejorar la calidad de la asistencia puede cambiar la relación médico-enfermera", pronostica Álvarez. Se acabó la relación piramidal: es una enfermera la que vigila si el médico está colocando bien la vía. Hay que seguir unos pasos, una lista de verificación (check list). Si la enfermera detecta que algo se ha hecho mal, para la técnica y se vuelve a empezar. Trabajo en equipo.

Pese a que el objetivo eran las bacteriemias, resultó que también disminuyeron otras infecciones: las urinarias causadas por la sonda uretral y, sobre todo, las neumonías por ventilación mecánica. Un logro porque, año a año, la gravedad y la edad de los pacientes de las UCI aumenta. En 2009, más de un 40% superaban los 70 años. En 1994 eran un 25%. Y a más edad y más gravedad, más difícil es que bajen las tasas de mortalidad. De hecho, en 2009 hubo un ligero repunte con respecto al año anterior. Uno de cada diez pacientes fallece.

El estudio también muestra que cada vez se administran más antibióticos y en mayor cantidad. Y muchos ya no funcionan. El segundo patógeno más frecuente, Escherichia coli, que provoca infecciones urinarias, ya tiene resistencias del 15% y el 37% en dos de los antibióticos más comunes (cefotaxima y ciprofloxacino). Hace 10 años, eran de menos del 10%, destaca Álvarez. ¿El próximo desafío?

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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