La embajadora africana
Aceptémoslo: la moda es exclusivista. Por mucho que promulgue que quiere que todo cambie, temporada tras temporada perpetúa muchos estereotipos. Así de claro lo dijo el booker de Elite Conor Kennedy en 2003: "Parece que sólo exista espacio para una modelo negra superexitosa en cada momento. En el último año, ese momento ha sido de Liya Kebede". La modelo etíope había establecido un nuevo logro racial siendo la primera cara de color para la firma cosmética Estée Lauder. Un paso de gigante en su carrera que, visto con perspectiva, le sigue sonando a reduccionista: "Cuanta más importancia le damos al hecho de que una modelo negra tenga éxito, menos contribuimos a la normalización de su presencia", dice desde Nueva York. "El mero hecho de que hablemos de ello supone que aún no ha llegado ese momento. Es un tema que me perseguirá de por vida. Aun hoy, una chica de color en un desfile suele ser una presencia aislada, una anécdota. Con el advenimiento de Obama se aprecia un esfuerzo por diversificar en el tipo de chicas. Mi mayor temor es que sea una corriente pasajera, un capricho más de la moda".
"No te creas que no me atrevo a pedirle un papel a Tom Ford en su próxima película"
La propia Anna Wintour, con su olfato sulfúreo, escribió cuando le dio su segunda portada en Vogue America en 2005: "Al margen de su fabulosa belleza, Liya es una mujer con sustancia, lo que la convierte no en una modelo, sino en un modelo de comportamiento". Estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo y se había embarcado en la ardua tarea del reciclaje por la vía solidaria firmando como embajadora de buena voluntad de la Organización Mundial de la Salud. Su causa, reducir el altísimo índice de mortalidad entre mujeres embarazadas del Tercer Mundo. "No somos conscientes, pero es la principal causa de muerte femenina en los países pobres", denuncia. "Cada año fallece más de medio millón en el parto. En el minuto en que están embarazadas, ya están pensando: '¿Sobreviviré?'. Es injusto. Y que la salud materna sea el último tema en la lista de la Campaña del Milenio 2015 de la ONU es una vergüenza". En 2007 fundó además LemLem, una firma de ropa hecha de manera artesanal en Etiopía cuyo fin es "ayudar a los tejedores a autofinanciarse y preservar una tradición que está desapareciendo en mi país". Prendas de mujer y de niño que después se tiñen de cool al venderse en Colette (París), Liberty (Londres) o la cadena estadounidense J. Crew.
Respondiendo a la improbable teoría de que todos tenemos un doble en el mundo, Liya Kebede encontró a Waris Dirie en 2008. Por entonces, Kebede había hecho un par de papelitos en cine y optaba al protagonista de Flor del desierto, la adaptación del best seller autobiográfico que narra el viaje de Dirie del desierto somalí a las pasarelas de todo el mundo, y que ahora se estrena en España. Elton John ya quiso adaptar antes la historia de esta modelo que tuvo el coraje de hablar en primera persona sobre la ablación y acabó convertida en embajadora de la ONU. Pero Dirie se negó a que dulcificara su testimonio. El proyecto, retomado por el productor alemán Peter Herrmann y la directora Sherry Hormann, casi se va al garete por no encontrar actriz. "Revisamos miles de videocastings", anota el productor, "hasta que una noche Sherry me llamó y dijo: 'El segundo DVD, la cuarta chica, es ella'. Fue después cuando nos dimos cuenta de que era una modelo famosa".
Las coincidencias no acaban aquí. Dirie fue la primera modelo africana en tener un contrato en exclusiva con Revlon y vivió un descoloque similar al de Kebede en sus primeros pasos en la moda. "La diferencia es que ella fue descubierta. Era una nómada que acabó malviviendo en Londres. Yo era una chica de ciudad, estudié en un buen colegio de Adís Abeba, la capital de Etiopía. La moda para mí no era más que un juego; hasta tenía que llevar mis propios zapatos de tacón a los desfiles. Cuando me mudé a París aguanté dos meses, me pareció criminal. Acabé haciendo catálogos durante dos años y medio en Chicago, hasta que me planté en Nueva York; me dije: 'Si de ésta ya no triunfo, me pongo a estudiar o lo que sea".
Flor del desierto se estrenó en el pasado festival de Venecia, unos días después de que Tom Ford exhibiera su debut como director, Un hombre soltero. Curiosamente, fue Ford al frente de Gucci quien dio en 1999 a Liya Kebede esa oportunidad de oro que buscaba. "Me convocaron a un casting directo en Milán, a pocos días del desfile. En las oficinas de Gucci todo era muy ceremonial, apenas se oía un ruido, nadie hablaba. Y me encontré sentada junto a otra chica en el hall esperando a que Tom nos recibiera. Me dijo: '¿Tú eres nueva, verdad? El año pasado yo estaba tan nerviosa como tú. Tom me hizo entrar, me fichó y me mandó de una patada de vuelta a mi casa'. ¡Me sentí fatal! Pensé: 'Ya está, esto es el fin". Por fortuna, sólo fue el principio. Como este papel, que podría suponer el arranque de una carrera cinematográfica. Ahora que ya hay confianza, ¿le pedirá a Tom un papel en su próxima película? "No te creas que no me atrevo a hacerlo", se ríe. P
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