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La disidencia cubana pide que se suspendan las huelgas de hambre

La esposa de Fariñas asegura que el opositor está débil y no puede tenerse en pie

La mayoría de la disidencia cubana ha expresado en las últimas horas su oposición a que continúen las huelgas de hambre en las prisiones. Activistas de derechos humanos y familiares de los presos tratan de convencer a los huelguistas de que depongan su actitud, con el argumento de que el Gobierno será "insensible" a este tipo de acciones pacíficas de presión, y que lo más importante es preservar la salud. Al menos cinco opositores se han sumado a la protesta, de los cuales cuatro son del Grupo de los 75 y están considerados por Amnistía Internacional como prisioneros de conciencia.

La situación en las cárceles es confusa, no está claro el número total de opositores en huelga de hambre. Según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CDHRN), de Elizardo Sánchez, en la cárcel Kilo Cinco y Medio de Pinar del Río están en huelga Diosdado González Marrero, de 47 años, Nelson Molinet, de 45, y Eduardo Díaz Fleitas, de 59, los dos primeros condenados a 20 años de cárcel y el tercero a 21. En la prisión Kilo Ocho de la misma provincia Fidel Suárez Cruz, de 39 años y condenado a 20, se sumó a la protesta. Todos son miembros del Grupo de los 75.

Guillermo Fariñas ha declarado su voluntad de inmolarse
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Opositores como Marta Beatriz Roque elevan la cifra de huelguistas a seis. Según sus datos, Prospero Gainza, del Grupo de los 75, y Antonio Díaz, de 47 años y miembro del Movimiento Cristiano de Liberación, están también sin comer en las cárceles donde cumplen sentencia, en Holguín y Ciego de Ávila. En todos los casos los ayunos comenzaron en solidaridad con Orlando Zapata -fallecido el 23 de febrero después de 85 días en huelga de hambre- y para demandar la liberación de todos los presos políticos (unos 200, según la CDHRN).

Además de los prisioneros políticos, está el caso del psicólogo y periodista disidente Guillermo Fariñas, que a corto plazo es el que más preocupación provoca en medios diplomáticos y disidentes. Fariñas ha realizado más de 20 huelgas de hambre que le han dejado secuelas de consideración. El último ayuno, hace tres años, en demanda de acceso libre a Internet, duró varios meses y estuvo a punto de costarle la vida.

El activista, de 48 años, ha declarado ahora su voluntad de "inmolarse". No está ingiriendo alimentos sólidos ni tampoco agua desde que fue detenido el 24 de febrero para que no pudiera asistir al funeral de Zapata en la localidad de Banes.

Tras ser liberado, Fariñas explicó que ve la muerte de Zapata como el primer eslabón de una cadena que conducirá a la "transición" y a la "libertad" de Cuba. Su demanda concreta es que se libere de inmediato a una veintena de presos políticos que padecen problemas de salud. "O los excarcelan o me muero", ha dicho. Sánchez aseguró que ha hablado personalmente con Fariñas en varias ocasiones para conminarle a que abandone su actitud. "Pero no quiere atender a razones", afirma. Ayer su esposa informó desde Santa Clara que se encuentra muy débil y que ya no puede levantarse de la cama.

Pese a haber bastante consenso en la oposición de que las huelgas de hambre no son el camino para protestar contra el Gobierno, algunos las apoyan. "Por eso no se ha hecho hasta ahora un documento conjunto para pedir que abandonen su protesta", dijo Marta Beatriz Roque, antes de manifestar su "desacuerdo total" con que los presos se "sigan sacrificando". "Los que estamos afuera somos los que tenemos que llevar adelante la lucha", opinó la disidente de línea dura.

El movimiento de las Damas de Blanco y la oposición moderada también demandan a los presos que actúen con mesura. El Gobierno de momento no habla y en la calle, mientras tanto, la mayoría de los cubanos siguen ajenos a lo que está sucediendo en las cárceles y al escándalo fuera de su país.

Fariñas (centro) posa con otros opositores al régimen cubano el viernes en su casa en Santa Clara.
Fariñas (centro) posa con otros opositores al régimen cubano el viernes en su casa en Santa Clara.EFE

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