Rebelión contra la delgadez
Iniciativas como la de la revista norteamericana V Magazine, que ha dedicado su último número de enero a modelos entradas en carnes, transmiten el aroma de una rebelión liberadora en un mundo de esquizofrénicos contrastes que demoniza la gordura y ensalza la delgadez hasta lo imposible.
La obesidad avanza hoy día a pasos de gigante y la mayoría de los empleados desarrollan trabajos sedentarios, pero los avatares de Cameron resultan atractivos por sus espigadas siluetas, las mujeres desean calzarse un vaquero de la talla 38 y los hombres, exhibir un abdomen plano bien labrado a golpe de gimnasio.
Dice la Organización Mundial de la Salud que la obesidad es una pandemia mundial. Mil millones de adultos sufren sobrepeso y sufren, sobre todo, la mirada reprobatoria del resto de la sociedad, que suspira por el ritmo rotundo que marcan sobre las pasarelas las top-models, casi esqueletos andantes, en los que sólo vemos glamour.
Algo de rebeldía escondía también aquel estudio del Ministerio de Sanidad que pretendía adecuar las tallas y cortes a los contornos reales de las españolas. Porque la mayoría de la gente sólo pudo enfundarse en las míticas y estrechas tallas de hoy cuando eran casi niños y las hormonas no habían acabado de hacer su trabajo. Así que es un motivo de esperanza hojear el V Magazine, contemplar las fotos de la bellísima y redonda modelo Crystal Renn, que se está haciendo de oro gracias a su guerra contra las dietas como lo fue en su momento compartir las vicisitudes de una rellenita actriz llamada Renée Zellweger en El diario de Bridget Jones o comprobar el éxito de un elenco de actores con sobrepeso en la cinta española Gordos.
Pero no conviene llamarse a engaño ni, por tanto, descuidar la silueta. Los gordos de Gordos terminan adelgazando. La simpática Renée Zellweger perdió peso y ya es una actriz más, tan flaca como el resto. ¿Y qué decir de Crystal Renn? Pues, para empezar, que esta joven utiliza la talla 44 en un país en el que la media es la 46 y que la criatura no ha cumplido aún los 24 años. El viejo anhelo de la eterna juventud, en definitiva, se suma al hambre y nos mortifica.
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