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Reportaje:

Los ribeiros más exquisitos

Nuevos cosecheros abandonan la producción industrial por el 'vino de autor'

"Me hice cosechero en mi jubilación como pasatiempo, y ahora las viñas se han convertido en mi vicio". Antonio Cajide siempre comentó con sus compañeros de trabajo que se jubilaría a los 40. Considera que lo suyo es tener "suerte" porque cuando abandonó la treintena, el hipermercado en el que trabajaba fue absorbido y su suegro se retiró. Cajide barajaba dos opciones, invertir la liquidación en modernizar la pequeña bodega de su suegro o seguir como jefe de tienda con un sueldo de 500.000 pesetas en 1999.

Cajide dijo adiós a su sueldo y se atrevió con las cepas . Y como él, algunos cosecheros de la Denominación de Origen Ribeiro han decidido apostar por el vino de autor. Buscan producir menos kilos de uva pero de más calidad, desviándose del patrón de las bodegas industriales. Miman todo el proceso de elaboración del vino, desde la cepa a la botella. En una comarca en la que los viticultores, cada vez más envejecidos, abandonan sus minifundios, ellos suponen la alternativa. También para la imagen de una denominación marcada por escándalos del matute.

"Mucha gente de fuera ve la riqueza abandonada que no vemos los gallegos"
"Como en la alta cocina es muy importante la creatividad"

A Cajide la pasión por la viña le viene de familia y así aprendió a trabajar de forma minuciosa. "Aprieta duro, Toniño, si no te duelen los dedos es que no lo estás haciendo bien", le decía su abuelo mientras trabajaban en la viña. A Javier Monsalve el apego por el terruño también le viene en la sangre. Con 28 años dio carpetazo a su vida en Madrid. Había estudiado sociología y trabajaba en una fábrica, pero no se sentía realizado. En 1999 volvió al pueblo de sus abuelos, Arnoia, donde empezó de cero en el mundo del vino. "Fue lo mejor que hice en mi vida, me reciclé completamente", asegura. Tras estudiar un FP sobre vino, se puso a trabajar en varias bodegas de O Ribeiro mientras renovaba los viñedos familiares abandonados aprovechando subvenciones europeas. En 2007 vendimiaba la primera cosecha del vino al que bautizaría con el nombre de su bisabuelo, Eloy Lorenzo. "Era médico y en una época en la que no había Seguridad Social ayudaba a todo el mundo, mi abuela me insistió mucho en su memoria", comenta Monsalve.

"No quiero hacerme rico, solo quiero vivir de mis tierras" recalca Monsalve. Manuel Formigo comparte la misma postura. En Beade elabora su vino de autor, Finca Teira, y asegura que no quiere hacerse "millonario". Es uno de los pocos enólogos licenciados de Galicia y para estudiar tuvo que marcharse a Tarragona. Trabajó en bodegas de Cataluña, La Rioja y Burdeos hasta que a los 26 años sus padres le ofrecieron la "oportunidad" de volver para montar su propio proyecto. La bodega industrial de sus padres fue el germen de su proyecto. Formigo asegura que aunque los premios ayudan, "lo más importante es mantener la calidad".

José Meréns también considera que la calidad es clave en el futuro del Ribeiro. Trabaja desde los quince años en el mundo del vino y en 2001 empezó a producir Lagar do Meréns. "Como en la alta cocina es muy importante la creatividad, hacerlo distinto", asegura. En su caso, se diferencia utilizando barricas de roble francés. Comenta que por su vino se interesó el Príncipe de Asturias tras clausurar unas jornadas en Santo Estevo de Ribas de Sil y aunque no quiere citar nombres, algún futbolista conocido se encuentra entre sus clientes. Meréns señala que "hay que ir con los tiempos y no se puede elaborar vino como hace 30 años". Estos cosecheros han apostado por la calidad en la producción. Monsalve se decanta por un modelo ecológico: "Dejo la hierba para equilibrar la cepa, si no apuestas por la naturaleza, el vino no te sale bueno". Cajide comenta que con la variedad mencía "hay que tirar el 70% de la uva al suelo para que tenga calidad" y recuerda como su suegro le recriminaba diciendo "es un desprecio tirar lo que Dios te da".

Monsalve, nacido en Madrid, asegura que hay que acercar a los chavales al campo para que sepan que "que no hay que ser un esclavo". Además, señala que "mucha gente de fuera ve la riqueza abandonada que no vemos los gallegos". Apostar por el vino de autor fue arriesgado para estos cosecheros. "En mi familia me llamaron de todo cuando me decidí", comenta Cajide. Empezó con ocho millones de pesetas y ya va por los 600.000 euros de inversión. Por primera vez ha enviado sus vinos a catas internacionales y ha obtenido medallas de oro en Hong Kong, Bruselas y Berlín, y una crítica de 91 puntos del gurú de los vinos, Robert Parker. Todos distribuyen por Galicia y a nivel nacional y empiezan a exportar pequeñas cantidades. Lagar do Meréns ya se ha probado en Mónaco, y Finca Teira en Estados Unidos. Cajide comenta que ya no es la primera vez que tras una visita a sus viñas, que cuida al mínimo detalle, le dicen que lo suyo "no es viticultura, es jardinería".

El cosechero Antonio Cajide en su finca de Santo André de Camporredondo.
El cosechero Antonio Cajide en su finca de Santo André de Camporredondo.NACHO GÓMEZ

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