Azoteas de esperanza
Un joven fotógrafo napolitano de apenas treinta años, Pietro Masturzo, ha ganado este año el prestigioso y no pocas veces controvertido premio World Press Photo. La fotografía, captada en ese momento maravilloso en que el día ya da paso a la noche -"entre perro y lobo" lo llaman los franceses-, muestra a unas mujeres en una azotea durante las pasadas protestas en Teherán. No se trata de un plano corto, sino que muestra a las mujeres inmersas en el paisaje urbano. La imagen además no es algo casual, sino que forma parte de una serie sobre el mismo tema, Azoteas de Teherán, toda ella magnífica. Imagino que esta imagen levantará ampollas entre el ejército de fotógrafos que, taxidermistas del dolor, entienden que el camino para mostrar el sufrimiento humano es la "dramatización" de la propia imagen, cargándola de unas formas aparentemente atrevidas y de un contenido lo suficientemente obvio como para mover el sentimentalismo más simple del espectador -aquí preferiría decir del lector de la imagen-. Pero otros creemos que hay más caminos, y que tal vez hace falta menos denuncia y más reflexión. En definitiva, más verdadera fotografía y menos propaganda. Para quienes digan, que los habrá, que la imagen ganadora es un bello ejercicio estético, pero poco "fuerte", de escaso contenido, etc., yo me permito sugerirles que nada más lejos de la verdad. Permítanme un solo ejemplo. Cualquiera que conozca o haya trabajado mínimamente en países musulmanes, pendiente de su vida cotidiana -tan rica- y no sólo de sus guerras, sabe bien de la importancia de las azoteas al anochecer en la vida de las familias, y especialmente de las mujeres, y del espacio de comunicación y de libertad que allí se crea -los lectores de Fátima Mernisi ya saben de qué hablo-. Es por eso, no por casualidad, por lo que allí se produjeron las protestas documentadas por Masturzo. El fotógrafo ha sabido mostrarlo con gran respeto no sólo hacia las personas, sino también hacia un entorno arquitectónico tan característico, que tanta información añadida aporta sobre esas urbes del Islam (en Oriente, norte de África...) en constante y desquiciado crecimiento, inevitables crisoles de conflicto. Y también con una notable calidad fotográfica, trabajando con unas luces y un sentido de la distancia que, por menos obvios, nos animan más a seguir mirando la imagen un rato, a reflexionar, que a decir de un vistazo: "¡qué barbaridad!"... y pasar la página. Lo sutil puede y debe ser un valor en un mundo de obviedades.
El maestro Raymond Depardon, reportero fundador de la agencia Gamma -hoy en Magnum-, ha realizado una de las afirmaciones más simples y a la vez demoledoras sobre el fotoperiodismo (y la propia vida, claro). "Siempre hay un mercado para la crónica de los palacios y para el drama de los suburbios, pero no lo hay para la crónica de los suburbios". Cómo no celebrar pues, como fotógrafo y como lector, esta crónica visual realizada -ignorado por el mercado, desde luego- por Pietro Masturzo con comprensión del tema, respeto por él y calidad fotográfica, las tres patas del verdadero trabajo documental. Y cómo no felicitar no sólo al autor, sino también al jurado que ha decidido premiarlo. Christian Caujolle, fundador de la Agence Vu, que me acoge desde hace no pocos años, y muy vinculado al WPPh, me contaba que cuando tienen que hacer algún libro antológico del premio, se encuentran con que muchas de las fotografías ganadoras, pasados los años y olvidada la noticia que las provocó, se sujetan con dificultad, precisamente por su poca calidad fotográfica. Esto no ocurrirá con la imagen ganadora de este año, aunque no haya encontrado acomodo en la prensa de cada día...
José Manuel Navia es fotógrafo.
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