Las damas de copas
Una generación de mujeres sumilleres triunfa en la élite gastronómica
Son enólogas, sumilleres y jefas de sala. Pero sobre todo, colegas, amigas, cómplices, intercambian conocimientos, acuden juntas a catas y eventos. "Somos una piña, no rivalizamos", presumen. Y les hace ilusión hacerse una foto de familia en el Casino de Madrid, donde se reunieron recién lanzadas a la profesión.
Son Gemma Vela (primer sumiller del Ritz), María José Huertas (sumiller de La Terraza del Casino-NH hoteles), María José Monterrubio (sumiller y jefa de sala del restaurante Chantarella), Ester Rico (sumiller del Hotel InterContinental y directiva técnica del colectivo Néovinum), Mónica Fernández (sumiller y jefa de sala de 99SushiBar), María José Jurado (sumiller del restaurante Mandi), Pilar Rodríguez Galve (sumiller del restaurante Urrechu) Cristina Alcalá (socióloga y recién nombrada directora de la feria Iberwine) y Rebeca Talavera (sumiller de Kabuki Wellington).
"La sensibilidad no es una cuestión de género", dicen las jefas de sala
"El público de Madrid es exigente, curioso y bien informado", cuentan
Hace diez años eran "las chicas del vino", como los colegas, entre paternalistas y expectantes decían. Hace mucho que ser sumiller y jefe de sala de un restaurante ha dejado de ser cosa de hombres. Pero las pioneras allanaron el camino. "Siempre hay alguien que se da primero los golpes", dicen sonriendo, sin victimismos y satisfechas. Han logrado estar en la élite de la restauración madrileña: con estrellas y soles (Michelin y Repsol) y sobre todo con el brillo de la clientela fija, que confía en su gusto. Porque transmiten que les apasiona su trabajo.
"Cada paladar es un mundo", contestan cuando se les pregunta por el secreto de su éxito al acertar. Y no se acaban de creer "eso de la sensibilidad femenina" o "las armas de mujer". "La sensibilidad no es una cuestión de género", subrayan. "Tanto para sumilleres hombres o mujeres, la clave es la seguridad en la sala y una sonrisa". Es la fórmula de Gemma Vela.
Ellas eligen, y no suelen equivocarse, tienen instinto y psicología. Aunque a veces esa responsabilidad "es un marrón", dice María José Jurado, acostumbrada como sus compañeras a seleccionar vinos en comidas importantes de negocios donde quieren quedar bien tanto directivos como directivas.
"Exigente, curioso, muy bien informado y le gusta que le descubras cosas". Así es, dicen, el público de Madrid. También pide consejo para no desafiar el control de alcoholemia. Es un reto para Pilar Rodríguez, porque Urrechu está en Pozuelo: "Se pueden llevar la botella a casa. Pero si disfrutas de un buen vino, luego un buen taxi". "Nuestros clientes se pueden quedar a dormir en el hotel", le pican unas compañeras, pero todas coinciden: "Nuestro público no sale perjudicado, sabe beber".
Cuando las protagonistas de esta página coincidieron hace más de una década en las aulas (Universidad Politécnica de Madrid, cursos de sumillería de la Cámara de Comercio...) eran una excepción. Ahora las clases están llenas de mujeres que quieren aprender, "pero los profesores siguen siendo mayoría hombres", resaltan estas sumilleres, que -en la treintena de media de edad- pueden presumir de curriculum.
Son experimentadas narices (nariz es la persona experta en la jerga del sector vinícola), han escrito libros, asesoran guías y revistas gastronómicas, organizan cursos y catas y acumulan premios. El más reciente: Mónica Fernández, Premio a la Excelencia Turística como jefa de sala, otorgado por la Cámara de Comercio en Madrid Fusión.
Gemma Vela marcó un hito en Madrid y a nivel nacional: fue la primera sumiller de España de un hotel de cinco estrellas: el Ritz. El mundo exclusivo y tradicional abría una puerta.
"Es una cuestión de oportunidades. Antes faltaban", dicen a coro. "Nos ha costado un montón llegar. Pero ahora ha cambiado la mentalidad del empresario y del cliente", constatan a coro.
"Hay más gente joven y una actitud más abierta". El respaldo de la empresa ha sido importante para que estas mujeres desplegaran su talento. En el caso de María José Huertas (once años ya en el Casino) los contratantes ya le dijeron que preferían una mujer al frente de la sala. María José Monterrubio y Mónica Fernández son dueñas y señoras del negocio. Es importante "la libertad en la sala, pero también en la bodega, en las compras", subraya Jurado. "Yo he hecho de todo en el restaurante, sólo me falta ser aparcacoches", bromea Monterrubio, corresponsable de Chantarella con los dos cocineros. "A lo largo de mi vida no me han puesto trabas, pero tampoco me han regalado nada", señala.
Otra soltura de movimientos la da el apoyo familiar y el propio intento de conciliación. Las 12 y 15 horas en activo caen cada día ("la sala cierra después que la cocina", recuerdan Monterrubio y Fernández). "Conciliar es muy difícil, pero se puede", comentan. Lo ratifican Huertas y Rico, que tienen niños. "En vez de ir a diez eventos, vas a cinco. Y puedes hacer un paréntesis en tu vida profesional y retomarlo". Enseguida te pones al día. Cuestión de autoestima: "Maduramos como los buenos vinos".
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