El país vecino se vuelca con las víctimas
República Dominicana olvida la rivalidad histórica para ayudar a los necesitados - Unos 15.000 haitianos heridos han sido evacuados al otro lado de la frontera
Desde el 12 de enero, varios hospitales de República Dominicana han tratado de urgencia a miles de heridos por el terremoto que asoló Haití. Sólo en el Darío Contreras, ubicado en el municipio de Santo Domingo Este, han atendido a 146. "Estamos trabajando como en una situación de guerra", dice su director, Héctor Quezada, acostumbrado a actuar en un ambiente de crisis. Al centro que dirige, enclavado entre grandes barriadas populares, llega el 80% de los pacientes de traumatología de República Dominicana, y los pasillos de los diferentes edificios del complejo siempre están repletos.
Pero ahora todo es distinto. En los corredores de la planta baja del centro se suceden las camas pegadas a las paredes. Hay un área de hombres, otra de mujeres y una tercera de niños. En las salas de esta última, se agolpan decenas de chicos y chicas en camas de sábanas revueltas.
En una sala, una mujer dominicana da el pecho a unos bebés haitianos
Thisain es uno de ellos. Llora sin consuelo. Su padre intenta calmarle. "Pregunta por su madre", dice. Está viva, en Haití. Le tumban. Él se incorpora y estira el brazo derecho hacia sus pies, como si quisiera cubrirse con la sábana, pero en el fondo intenta llegar a la venda que lo tiene atado al barrote de la cama. "Le han operado de la cabeza y le duele todo el cuerpo", dice un ortopeda que pasa visita.
En la sala contigua, Bleu Airmé Junior tiene una gran cicatriz en el medio de la cabeza, desde la frente hasta casi la nuca. No llora ni se lamenta. Sólo agarra con sus manos un coche rojo de juguete y lo hace rodar sobre la cama. Su tranquilidad, su fija mirada y su silencio impresionan.
En una tercera habitación, más grande que las anteriores, Joseph Christopher, de apenas dos meses, tiene una pierna enyesada. Llora desconsolado, con la aguja del suero colocada en su frágil muñeca cubierta por una venda. A su lado, una mujer se descubre el pecho y lo agarra con suavidad. La criatura calla.
Enfrente, el panorama es más crítico. Suine Keby está cubierta de vendas y sólo encuentra la paz cuando implora a su padre con el brazo y la mirada para que la acurruque. Tiene dos años y tres meses. La rescataron tras pasar tres días bajo los escombros en Puerto Príncipe. Hace pocas horas que la operaron. Llegó con el cráneo abierto y un brazo roto.
Entre el barullo aparece María del Carmen González. Dominicana, madre soltera de seis hijos, llegó al hospital porque uno de ellos se rompió un brazo. "Me dolían los senos porque estaban llenos de leche. Tengo una niña de dos meses. Le hablé a una enfermera de mis molestias y me ofreció amamantar a algunos de los niños. Les ayudé, pero ellos también a mí", dice compungida.
Es otro caso de la solidaridad dominicana, manifestada desde el primer momento una vez conocida la tragedia del vecino, y que ha hecho olvidar desde hace 12 días la rivalidad histórica entre ambos países. La de González tiene un sabor especial, al tratarse de una mujer que no tiene techo propio, que vive en un barrio pobre y que aprovecha la charla con el periodista para pedirle al presidente de la República que le consiga un trabajo.
El doctor Héctor Quezada explica que han operado a 75 de los 146 heridos recibidos. No recuerda las amputaciones practicadas, pero sí que todos llegaron con grandes traumas. Casi la mitad está en condiciones de abandonar el hospital, lo que ayudaría a descongestionarlo. "Por suerte ya se han conseguido habilitar algunos albergues y casas particulares para llevarlos, pero hasta ahora no había dónde", explica.
A unos 10 kilómetros del Darío Contreras, ya en territorio capitalino, el silencio y el orden reinan en el moderno Hospital General Plaza de la Salud. Es una muestra más de los contrastes de un país que da pasos para anclarse en la modernidad, pero que arrastra consigo un importante bagaje de pobreza. Al contrario que en el sanatorio popular, aquí no hay pacientes en los pasillos. Los 68 heridos llegados desde Haití descansan en habitaciones.
Si en el Darío Contreras el personal hospitalario tenía que luchar incluso para encontrar espacio para los pacientes que podían recibir el alta pero no sabían adónde ir, en el Plaza de la Salud eso es una anécdota. Los 68 heridos recibidos en la primera semana, remitidos al hospital por la ONU, delegaciones diplomáticas y organizaciones religiosas, "son personas con la posibilidad bien de regresar a su país o de estar en algún otro lugar para su recuperación", explica Nepomuceno Mejía, director médico del centro.
Los pacientes llegaron con el mismo cuadro que al Darío Contreras: traumas, laceraciones. "Quedan 28 ingresados, todos con evolución satisfactoria". Con todos se está trabajando también desde el punto de vista emocional, dice el doctor Mejía.
Ni él ni el doctor Quezada esperan más pacientes por traumas, pero saben que la afluencia de heridos no va a cesar. "Llegarán menos" -dice el responsable del Darío Contreras- "pero con casos más complicados". Su colega espera infecciones, insuficiencias de todo tipo, anemias, problemas tromboembólicos, "más complicados y que necesitan un mayor nivel de cuidado". Quezada apunta: "Seguro que llega alguno al que ya no podremos salvar".- La ayuda para el desarrollo de Haití ha fluctuado considerablemente en las dos últimas décadas, pero desde
el año 2002 ha registrado un aumento constante.
- Los principales donantes en el periodo 2007-2008 fueron EE UU, Canadá, el Banco Interamericano de Desarrollo y la UE.
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