La Casa Blanca respalda a Google en su plante a la censura de China
El gigante de Internet consultó a Clinton antes de anunciar su ruptura con Pekín
Primero decidió pagar el precio que le pedía el Gobierno chino, y aceptó autocensurar sus resultados. Pero con cuatro años, Google ha tenido suficiente. Tras sufrir uno de los ataques más graves contra sus servidores en un intento de entrar en las cuentas de correo de disidentes chinos, la empresa abandona la autocensura y amenaza con retirarse definitivamente de China. Cuenta, además, con el apoyo del Gobierno norteamericano, que ayer convirtió el asunto en un problema no sólo empresarial, sino también político, de dimensiones internacionales.
Según reveló Google el martes, a mediados de diciembre identificó un ataque a su servicio de correo electrónico Gmail, a través de un troyano descargado en los ordenadores de sus empleados a través de un documento PDF infectado. Los ingenieros de la compañía identificaron el servidor remoto al que ese troyano mandaba información, y descubrieron que los hackers, con un sofisticado y articulado plan de ataque, habían penetrado también en los sitios web de otras 33 empresas, como Northrop Grumman o Dow Chemical. Sin acusar directamente al Gobierno chino del ataque, tanto Google como el Ejecutivo norteamericano dan a entender que lo consideran el último responsable.
El país desarrolló un sofisticado sistema para controlar la Red
"Google se puso, finalmente, unos límites", explica Lauren Gelman, abogada del Centro para Internet y la Sociedad de la Universidad de Stanford. "Al penetrar, presuntamente, en los correos de los activistas y robar información privada, el Gobierno chino ha demostrado que no es un socio fiable para los negocios de Google en China, que se parece más bien a una agrupación criminal. Lo que era un acuerdo aceptable para restringir la libertad de expresión con un socio fiable, ha dejado de ser aceptable cuando el socio ha perdido toda legitimidad".
Fue David Drummond, vicepresidente y jefe de asesoramiento legal, quien anunció la nueva "política" de la empresa en China el martes, en una entrada en el blog oficial de Google. "Esos ataques y el tipo de vigilancia que denotan (...) nos llevan a la conclusión de que deberíamos replantearnos la viabilidad de nuestro negocio en China", dijo, admitiendo que eso podría significar "el cierre de Google.cn y, eventualmente, de sus oficinas en China".
La cúpula directiva de Google informó previamente del ataque al Gobierno norteamericano. Ayer, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo en conferencia de prensa que Barack Obama defiende "el derecho a un Internet libre". Tanto él como la Secretaria de Estado, Hillary Clinton -que se reunió la semana pasada con el consejero delegado de Google, Steve Schmidt- pidieron explicaciones ayer a Pekín. "La capacidad de poder navegar tranquilamente por el ciberespacio es crucial en la sociedad y la economía modernas", dijo Clinton en un comunicado.
Éste puede ser el final de un negocio que comenzó hace cuatro años, cuando Google entró en China. Una empresa basada en la visibilidad, en la búsqueda de contenido en la red, aceptaba funcionar con las normas de un régimen para el que la libertad de expresión es un problema, no un derecho. Pekín, de hecho, ha desarrollado uno de los sistemas de control de Internet más sofisticados del mundo. Tiene un ejército de ciberpolicías escudriñando la Red y espiando correos privados permanentemente. Es la llamada Gran Muralla de Fuego (Great Firewall of China), que en los últimos meses ha redoblado su censura, con el bloqueo del sitio de vídeos Youtube (perteneciente a Google), la red social Facebook y el servicio de mensajes cortos Twitter.
Para poder funcionar en China, Google se autocensuró, suprimiendo en los resultados de las búsquedas términos políticamente problemáticos para Pekín como Dalai Lama, Falun Gong o Tiananmen. Según dijo Google en 2006, era mejor ofrecer información censurada antes que no ofrecer información alguna. Esta semana ha cambiado de parecer.
En estos cuatro años, Google no ha logrado ser el buscador dominante en China, como lo es en Europa o EE UU. Allí tiene, meramente, un 30% del mercado de las búsquedas, frente a la empresa local líder, Baidu, según información de la consultora Analysys International. Aun así, los directivos de Google no quisieron, en un principio, renunciar a invertir en un mercado de 350 millones de internautas y 1.000 millones de dólares (689 millones de euros) anuales en búsquedas.
Unos 80 millones de chinos usan Google. Muchos de ellos mostraron ayer su malestar en blogs y redes sociales. Algunos llegaron a colocar flores en las puertas de la empresa en Pekín. En una encuesta realizada a más de 14.000 personas en el sitio chino 163.com, el 78% de los participantes se manifestó en contra de la retirada de la compañía.
Los analistas chinos ven poco probable que el Gobierno se pliegue a las presiones y acepte el rechazo de Google a ser censurado, por temor a que pueda provocar un efecto en cadena y facilite el acceso de millones de personas a información e ideas que pongan el riesgo el monopolio de poder del Partido Comunista Chino.
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