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ANÁLISIS | La lidia
Columna
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Despertados de su letargo

Antonio Lorca

"Si Barcelona se queda sin toros se deberá a una decisión privada empresarial en la que el municipio no interviene". Así se expresaba el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, en diciembre de 2006, cuando en la capital catalana se corrió la voz de que el propietario de la plaza Monumental, Pedro Balañá, pensaba clausurar el coso por falta de rentabilidad económica.

Son muchos los que opinan, además, que sólo la mediática figura de José Tomás ha impedido que el empresario cumpliera su propósito. Lo que, con toda seguridad, no imaginaba el señor Balañá es que los antitaurinos iban a ponerle en bandeja una indemnización con la que él nunca había soñado. Porque la Iniciativa de Ley Parlamentaria (ILP) admitida en el Parlamento catalán se encomienda al Gobierno que establezca la compensación económica a los perjudicados por la supresión de los festejos taurinos, que ayer, este mismo periódico, cifraba en cinco millones de euros.

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"Es un atropello al arte y la cultura del pueblo"

Si no se hubiera presentado la iniciativa parlamentaria, la fiesta de los toros en Cataluña hubiera muerto con la retirada de José Tomás por falta de raigambre popular. De hecho, sólo Barcelona ha ofrecido festejos -18 en total- durante 2009; hace tres años que está cerrada por obras la plaza de Tarragona, y parece que se convertirá definitivamente en un edificio multiusos y no volverá a albergar festejos taurinos; y los numerosos propietarios de la de Olot mantienen desde hace cuatro años un contencioso en el Tribunal Superior de Justicia catalán con el Ayuntamiento, que prohibió la celebración de festejos taurinos. Además, no pastan ganaderías bravas de postín en Cataluña, que sólo alberga los bóvidos que participan en los correbous.

Es verdad, no obstante, que Barcelona ha sido plaza fundamental del toreo en otras épocas, donde se hicieron famosos toreros forasteros y alcanzaron la gloria diestros de la tierra, como Joaquín Bernadó. Pero los tiempos cambian, y una muy criticable gestión empresarial, unida a la eclosión de grupos animalistas, y una sustancial modificación de los hábitos sociales han convertido el espectáculo taurino en un elemento residual.

Mercé Claramunt, directora general de Juegos y Espectáculos de la Generalitat, no niega la realidad de antaño, pero tiene muy claro que, hoy día, "los toros tienen una mínima relevancia social", mientras que "los correbous -festejo en el que no se mata al animal- están muy enraizados popularmente en la Cataluña sur".

Y un dato más. La ILP ha surtido el efecto de una banderilla en los lomos de la fiesta: la ha avivado, la ha despertado de su letargo. Hablan los taurinos ahora de unidad y de revitalización del espectáculo. Ojalá no sea demasiado tarde y el mal causado por ellos mismos tenga aún remedio.

Pero lo dicho: no hay mal que por bien no venga: una indemnización inesperada y una unidad desconocida. ¡Vivan los antitaurinos!

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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