Un talento musical al servicio de las historias
Alberto Iglesias celebra su segundo trofeo del Cine Europeo
Sabia decisión. Muy disciplinado, sentado en un sofá esperando su turno para someterse a las preguntas de los periodistas, Alberto Iglesias (San Sebastián, 1955), con la estatuilla de mejor compositor europeo de cine de 2009 en la mano gracias a Los abrazos rotos, ansiaba una cervecita mientras disfrutaba del cambio de decisión que tomó 24 horas antes. Asediado por las fechas de entrega y por el trabajo acumulado, el músico donostiarra había anunciado a la Academia que no iría a los premios. El viernes le volvieron a insistir. "Me animé pero no porque me viera con muchas posibilidades, sino porque también me daba un poco de vergüenza que no viniera nadie de la película", confesaba en la madrugada del sábado Iglesias, ya con la cerveza en la mesa y algo más relajado. "¡Me alegro tanto de haber venido!".
Es su segundo premio en Europa, tras Volver, también de Pedro Almodóvar, y la séptima vez que trabaja con el director manchego. "Si divido las películas con Pedro en fáciles y difíciles, Los abrazos rotos entra en la categoría de las difíciles. Me pidió muchas cosas, que fuera muy expresiva y que tuviera muchos elementos diferentes para poder cubrir los distintos tiempos que tiene la película. Me dijo que la música debía de ayudar a la claridad. El trabajo ha sido arduo pero bonito".
Iglesias, siempre receptivo, tiene claro que por encima del director está la historia. "Yo sirvo a la película, no al director. Pedro tiene una personalidad fuerte y ejerce el mando, pero no se puede hablar de caprichos. Me motiva".
Lleva un tiempo alejado de la música para el cine y dedicándose de lleno a la composición para orquesta. Pero el gusanillo de la pantalla le tiene atrapado y ya está en conversaciones con el director Paul Haggis para su próximo filme. "Trabajar en cine es hipnótico, te entontece un poco aunque es agradable. A mí me fue atrapando poco a poco. Fue casi una casualidad. La libertad está en la inspiración. Si la tienes, encuentras el camino. Pero llegar a esa fluidez lleva su tiempo".
La estatuilla que le acaban de entregar durará poco en su poder. Sabe despegarse de los galardones porque los reparte entre su familia. Éste ya tiene destinatario. "Se lo entregaré a mi ingeniero de sonido, José Luis Crespo, con el que llevo trabajando más de 20 años y que es admirable".
Babelia
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