La maleta de Centelles
El Ministerio de Cultura ha adquirido por 700.000 euros el archivo de Agustí Centelles, y la Generalitat se ha puesto de los nervios porque considera la obra del fotógrafo "patrimonio cultural de Cataluña". Los 10.000 negativos que Centelles conservó constituyen uno de los testimonios gráficos más demoledores sobre el horror de la Guerra Civil. La imagen de los guardias de asalto, que resisten tras unos caballos caídos el embate de las tropas rebeldes en Barcelona poco después del golpe, resume el coraje de cuantos defendieron a la República. Luego está la fotografía de la madre ante su hijo muerto tras los bombardeos de la aviación franquista en Lleida: un instante que atrapa para siempre el dolor más desgarrador.
Centelles salió hacia Francia cuando el ejército rebelde conquistaba Cataluña en febrero de 1939. Llevaba una maleta con sus negativos. Lo internaron en el campo de Argelès-sur-Mer, y después en el de Bram, y siguió protegiendo aquel tesoro contra toda dificultad. Cuando regresó a España en 1944, dejó oculta la maleta en Francia y sólo la recuperó tras la muerte del dictador. Centelles manifestó su descontento con las autoridades catalanas antes de morir en 1985: jamás habían tenido interés por su obra.
Ahora, esas autoridades están airadas. Y han acusado a los herederos de "una política de chantaje, de inadmisible presión constante sobre la Generalitat con sus bailes de cifras". Según los hijos de Centelles, quienes los acusan de peseteros han tenido 25 años para interesarse por un archivo que sólo decidieron incluir en el catálogo de patrimonio cultural de Cataluña el 26 de octubre, tres días después de que el Ministerio de Cultura decidiera comprar el archivo.
La Consejería catalana de Cultura tuvo la maleta de Centelles delante de las narices durante años y no la ha visto hasta que ha salido hacia el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Los herederos se han inclinado también por la oferta del ministerio porque ofrece más posibilidades de difusión. Eso es lo que importa: que esas imágenes sigan vivas. El consejero catalán de Cultura, Joan Manuel Tresserras, debería, por dignidad, terminar su ofensivo pataleo.
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