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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Algunas esperanzas

Las propuestas de EE UU y China para reducir emisiones resucitan la cumbre de Copenhague

Dos semanas después de que China y EE UU anunciaran que no apoyarían acuerdos vinculantes sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en la cumbre de Copenhague, las cosas han evolucionado a mejor. La preocupación mundial por la crisis climática que podría producirse si seguimos emitiendo CO2 al ritmo actual han debido jugar un papel en el cambio de esos dos países, los más renuentes a tomar compromisos significativos.

Obama ha anunciado que asistirá a la cumbre y que propondrá una reducción del 17% de las emisiones en su país para 2020 sobre las de 2005. El compromiso requiere el refrendo del senado, el cual sólo se producirá después de la reunión, que se inicia el día 7 de diciembre. La reducción propuesta es muy escasa en comparación con la que defenderá Europa, menos contaminante en términos per cápita, y que se cifra en un 20% (ampliable a un 30%) para esa misma fecha pero respecto del nivel de 1990. Pero con todas sus limitaciones, es preciso reconocer que se ha producido un importante cambio en la actitud de EE UU, lo que permite incluir a este país entre los verdaderamente comprometidos en la lucha contra el cambio climático.

También China ha cambiado su discurso, una vez que se cumple la condición de que EE UU colabora en la tarea. Se anuncia la presencia del primer ministro Wen Jiabao con el compromiso de reducir para 2020 entre un 40% y un 45% la intensidad energética, es decir, la cantidad de emisiones por unidad de PIB. Es decir, que disminuirá en ese porcentaje sus emisiones respecto del escenario previsible de crecimiento y consiguiente aumento de emisiones si no se hiciera nada al respecto.

No es un compromiso de reducción neta, pero tampoco se puede exigir a un país emergente, con un nivel de emisiones per cápita del orden de la cuarta parte de las de EE UU, que adopte el mismo acuerdo que los países desarrollados. El plan chino debe ser bienvenido porque trata de prevenir aumentos futuros de emisiones asociados al crecimiento económico que serían insostenibles para el planeta. Además, tendrá un efecto de arrastre sobre otras potencias emergentes como India o Brasil.

Queda por ver si tanto estos países como Europa, con sus ambiciosos objetivos de reducción de emisiones, comprenden los cambios necesarios para alcanzarlos, tanto en hábitos de consumo energético como en el apoyo a las renovables o en políticas de precios.

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