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Reportaje:

El pasado señorial de un barrio obrero

Las masías del distrito barcelonés de Horta reúnen todos los estilos arquitectónicos

El poeta vanguardista Joan Salvat-Papasseit pasó los últimos días de su vida en una torre con vistas a la montaña, en un valle cerrado por montes y cerros llenos de árboles en el que ahora se alza el extremo noreste de Barcelona. Los médicos le habían recomendado tranquilidad y aire fresco para combatir una tuberculosis que acabó con él meses después.

En el siglo XIX, el antiguo municipio de Horta era sinónimo de paz e inspiración. El escritor Santiago Rusiñol y los pintores Joaquim Mir, Carles Collet y los hermanos Llimona pasaron largas temporadas entre las vertientes del valle. Pintaban lo que no encontraban en la ciudad: jardines y masías. Ésas eran, y son, las riquezas de Horta. En el último municipio independiente que se anexionó a Barcelona (1904) sobrevive el jardín más antiguo de la ciudad y ocho masías que reúnen todos los estilos de la construcción rural más representativa de Cataluña.

Las casas reflejan todos los periodos históricos y los diferentes estilos
Can Carbassa, Ca n'Andalet y Can Querol datan de los siglos XVII y XVIII
Más información
La lucha vecinal que llenará de música Can Fargas

Horta creció al margen de Barcelona. La agricultura y la riqueza de los acuíferos la convirtieron en un lugar muy atractivo para la burguesía del siglo XIV. Nobles militares y mercaderes ricos de Barcelona construyeron allí sus casas residenciales y retiros veraniegos, en un espacio que todavía en el siglo XIX no figuraba en los proyectos expansionistas, explica el historiador Desideri Pérez Quijano. En ese rincón no había iglesias ni catedrales, pero llegaron a convivir 45 masías románicas, góticas y neoclásicas.

La más importante es Can Cortada, del siglo XI, cuyos orígenes se remontan a la villa romana sobre la que los señores Horta edificaron una fortificación para evitar posibles ataques. La torre medieval de defensa, que se conserva dentro de la casa, es el emblema de la masía. En 1711 la compró la familia Cortada, que tenía el patronato de la iglesia de Sant Joan d'Horta, capilla particular de los primeros propietarios de la finca. La que ahora es la iglesia del barrio fue la última que se quemó durante la Semana Trágica de 1909. Can Cortada, en la avenida del Estatut, tiene aspecto de castillo, con arcos de piedra en sus salones y ventanales góticos de varias épocas en su fachada. Las paredes están levantadas en opus spicatum, un tipo de construcción utilizada en la antigua Roma y la Edad Media, aunque muy recurrente también en las casas rurales de los siglos XVII y XVIII. Consiste en ladrillos o piedras talladas, colocados en forma de espina de pez.

En la planta baja de Can Cortada está la cocina y, rodeando la antigua torre de defensa, el lagar y la bodega, con arcadas de ladrillos, viguería de madera y paredes y muros de piedra. Propiedad del Ayuntamiento, alberga un restaurante desde 1994.

La otra masía medieval es Can Fargas, entre la calle de Frederic Rahola, el paseo de Maragall y la calle de Peris Mencheta. Construida también como torre de defensa y residencia en el siglo XII, fue comprada por Josep Pujol, señor de Barcelona y regidor, en 1809. Su torre es rectangular y la escalera de entrada es exterior. Las arcadas en la parte lateral de la primera planta, del siglo XVI, y los jardines -uno del XVIII y otro romántico, del XIX, con esculturas de diosas y bancos de piedra rodeados por cipreses- son los elementos más característicos. Sus dominios señoriales llegaron hasta la parte alta del hospital de Sant Pau. "Es la masía más representativa de la ciudad, la que mejor conserva los elementos de la masía catalana en el Pla de Barcelona", añade Pérez en uno de sus libros. Comprada por el Ayuntamiento tras varios litigios con los propietarios, Can Fargas será una escuela de música.

Todos los periodos históricos tienen representación en las masías de Horta. El testimonio de la transición del románico al gótico está en las ventanas de dintel calado de la fachada de Can Mariner. Igual que Can Cortada, los muros de esta finca esconden la historia de una de las familias más poderosas del antiguo valle. Los señores Horta donaron a los Ferrer la masia de Fàbrica -después Can Ferrer y más adelante Can Mariner- para que la habitaran y cultivaran sus tierras con la condición de entregar una cuarta parte de la cosecha a la iglesia de Sant Joan. En el siglo XVI, la masía pasó a manos de los Mariner, propietarios de varias casas en el Barri Gòtic de Barcelona, que se fueron a Horta para ampliar sus posesiones. El espacio se ha convertido en una biblioteca.

El final de la Edad Media dejó su impronta en la calle del Sinaí. Can Figuerola ocupó una gran extensión entre el Vall d'Hebron y el regazo del Tibidabo. Debajo del edificio todavía se pueden ver los túneles para facilitar la huida en caso de asedio. La inmobiliaria Sadis la compró, prácticamente en ruinas, y reurbanizó la zona con viviendas. El pintor Alfredo Palmero fue la salvación de Can Figuerola. La compró y la restauró. Ahora es la sede del instituto de arte que lleva su nombre.

Pero si hay una masía singular es Can Travi Vell. Fue propiedad de la familia Garrigó y luego de los Travi. "Por la riqueza de sus acuíferos", señala Desideri Pérez, "la finca concertó con el Ayuntamiento de Horta el abastecimiento de la población". Escenario de importantes reuniones políticas durante la Segunda República, la masía fue atacada durante la guerra. En 1936, una bomba dirigida a los grandes depósitos de agua -entonces de gasolina- destruyó completamente el patio. Tras una explosión de butano en 1975 que hundió la iglesia, la cocina, el comedor y la bodega, el Ayuntamiento restauró la finca, que ahora alberga la sede de la Guardia Urbana de Horta-Guinardó.

Las masías más modernas son Can Carbassa, Can Querol y Ca n'Andalet, ejemplos del neoclásico de los siglos XVII y XVIII. La primera terminó siendo la residencia de Carles Marés, un emprendedor que tras su estancia en Estados Unidos volvió a Barcelona en 1887. Los hijos de Marés vendieron la casa familiar a los hermanos de la Sagrada Familia, que construyeron un colegio. Can Querol es famosa por sus muros esgrafiados y ahora aloja la residencia de ancianos de la Fundación Valldejuli. Ca n'Andalet, la única que lleva el nombre del masovero de la casa, es la sede del centro de Barcelona Activa.

Todas las masías fueron declaradas patrimonio arquitectónico de la ciudad y siguen en pie rodeadas ahora de bloques de pisos.

Masía de Can Cortada, que alberga un restaurante (arriba), y Can Figuerola (izquierda).
Masía de Can Cortada, que alberga un restaurante (arriba), y Can Figuerola (izquierda).CARMEN SECANELLA

10 siglos de patrimonio

- Can Cortada. Siglo XI. Conserva los restos más antiguos.

- Can Fargas. El cuerpo del edificio residencial es del XVI, con restos del XII.

- Can Mariner. Finales del siglo XV, principios del XVI. Transición del románico al gótico.

- Can Figuerola. Siglo XV.

- Can Travi Vell. Siglo XVI.

- Can Carbassa. Siglo XVII. Neoclásico.

- Can Querol. Siglo XVIII.

- Ca n'Andalet. Siglo XVIII.

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