Las tierras del Ebro claman contra el desempleo
Miles de personas protestan por el cierre de empresas
Doctores en ingeniería y auxiliares de peluquería comparten la misma angustia en las tierras del Ebro: el paro. Miles de madres, padres y familias sin empleo reclamaron ayer a la Generalitat que arroje algo de luz ante el apagón industrial del territorio. "Una comarca en bancarrota", ilustraba una pancarta en la cola de la manifestación, que reunió a unas 5.000 personas, más de 20.000 según los sindicatos que organizaron la protesta. La indignación crece desde mediados de 2008, cuando empezó la cascada de cierres en las industrias, lo que provocó la bajada de persianas de decenas de comercios hasta anegar el territorio con una sensación de subsistencia a la deriva.
"¿Que los cierres son inevitables? Bueno, pero aún tengo edad para trabajar, no soy un inútil. Sólo pedimos que la Generalitat busque algún plan para la provincia. No vamos a vivir del aire", reclamó Gerard Seguí, de 53 años y padre en paro de una familia que no levanta cabeza. A su lado resoplaba su mujer, ex dependienta de cosméticos desde que hace seis meses echó la persiana ante la brusca caída de ventas; también su hijo, empleado en el servicio técnico de una multinacional que decidió no renovarle el contrato el verano pasado.La manifestación, motivada por el cierre de la planta de Lear, que dejará a unos 520 trabajadores a la calle, reunió al variopinto grupo de sectores en crisis del territorio. Hay donde elegir en una zona que tiende al monocultivo local: la fabricación de muebles en los municipios meridionales, la automoción en la zona próxima al delta del Ebro, la industria química en las comarcas del interior.
Todos ellos son sectores que han entrado en barrena ante la crisis que ha dinamitado la estabilidad social del territorio. La sangría parece imparable: las tierras del Ebro registran 12.003 parados, según datos de octubre de este año. En febrero del año pasado no llegaban a 5.000.
Al lado de los carteles que denunciaban los expedientes de regulación de empleo masivos -Lear, Basf, La Seda- protestaron, cabizbajos, una multitud de comerciantes anónimos a quienes ya nadie les compra nada. "Calculé mal el ramo y el momento, pero cualquier otro negocio hubiera fracasado", señaló Antoni Gresa, ex gerente de una agencia de viajes en Tortosa.
Viajes Serjor duró tres meses; abrió y cerró, prácticamente. "Apenas tuvimos una docena de clientes", apura el dueño del local en traspaso. "¿Y adónde iremos?", se le unieron Teresa y Dani, pareja empleada en la planta Lear de Roquetes. Unos 45 matrimonios cuentan con dos sueldos de la planta de fabricación de cables. "Son sueldos este invierno, serán nóminas de la Seguridad Social en primavera", se resignó la pareja.
La falta de expectativas es total. Entre pitidos y pancartas sindicales, Juan García coloreó el futuro del territorio. "Lo vemos todo negro. Aquí no hay nada que hacer, vas a pedir trabajo y se te ríen. Sin mala intención, pero se ríen, se lo toman a broma. ¿Qué le espera al chico?" Al chico, de 17 años, le espera echarle un cable al padre. "Si hay que irse a otro sitio, nos vamos. A buscar trabajo".
Algunos comerciantes con sus locales abiertos se sumaron a las protestas. "Por solidaridad y por interés propio", puntualizó un empresario, dueño de dos restaurantes de Tortosa. La concurrencia en los manteles ha caído al ritmo que aumentaba el desempleo. "Cuando nadie trabaje en Lear perderé unos 2.000 euros al mes", apuntaba Javier, dueño de un bar cercano a la planta. Las consignas de la marcha le apoyaron: "Para comprar, hemos de trabajar", corearon los manifestantes. "El Ebro existe", gritaron a modo de reivindicación. El olvido histórico que alegan se reflejó en la representación política de la marcha. Sólo acudió el secretario general de ICV, Joan Herrera.
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