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Columna
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Los bancos que no hacen banca

Xavier Vidal-Folch

Escuchemos a la elegante notaria, y al discreto jefe de sucursal bancaria.

La notaria M está firmando la mitad de hipotecas que ahora hace un año. Casi todas son renovaciones de créditos antiguos, a los que se les amplía el plazo o se les retocan las condiciones. No firma nuevas pólizas a empresas, salvo meras renovaciones de menor cuantía, de líneas preexistentes, "empeorando dos o tres puntos el tipo de interés". La de M es una notaría céntrica y concurrida.

El jefe de la sucursal bancaria C ha concedido en 2009 cuatro hipotecas, contra 18 el año pasado, y cinco créditos personales, en vez de 51. Las 500 demandas de financiación de 2008 le han bajado a 250, en los primeros nueve meses de 2009. La de C es una coqueta y céntrica sucursal del primer banco del país.

Ni oferta bastante, ni demanda solvente, nadie quiere riesgo: ¿dónde queda el modelo de Max Weber?

Las empresas, en suma, siguen sufriendo asfixia financiera.

Lo sugestivo de esta cata personal y micro, es que traduce al reino tangible las grandes cifras macro. Los bancos (y cajas) apenas prestan. El volumen de crédito vivo se estancó en los 1,9 billones de euros, el récord logrado el pasado diciembre.

¿Por qué la banca no presta a las empresas, cuando ése es su primer oficio? ¿Por qué no hace de banca? Porque le resulta más seguro y rentable tomar dinero al 1% del Banco Central Europeo y prestarlo al Estado suscribiendo deuda al 3,5%. O a las grandes empresas. Porque le asusta el aumento de los deudores morosos, que suponen ya el 4,9% del total de créditos concedidos por bancos y cajas.

Porque sabe como nadie que la morosidad real es aún superior, pues se ha quedado con ingentes activos inmobiliarios (que comercializa directamente) a cambio de los créditos que sobre ellos concedió, para evitar apuntarlos como fallidos, lo que aumentaría esa morosidad en ¿dos, tres puntos? Sobre el alcance de ese fenómeno, la solvencia real del sistema financiero español, versa el reciente duelo de las agencias Moody's y Fitch.

Porque calcula, en suma, que si la morosidad llega al 10%, llegarán las bancarrotas.

De modo que la banca anida buenas razones para una puntillosa prudencia (tardía). El problema es que así dimite de su función y deja en desamparo a las empresas.

Sólo en parte el Instituto de Crédito Oficial (ICO) repara el daño, aportando a día de hoy unos 50.000 millones de euros. Dice el bancario C que "los únicos créditos a empresas" de su sucursal, son los que ésta gestiona entre las líneas del ICO. Unas, poco usadas; otras, desbordadas; todas, replanteándose bajo la nueva dirección de José María Ayala. El drama es que las empresas solventes aplazan invertir y pues, no demandan crédito. Y las que piden liquidez circulante y van flojas, si no pagan el crédito, aumentan la mora (50%) al banco gestor de la línea ICO (el otro 50%).

Así que el problema es de oferta crediticia suficiente de los bancos. O de sus duras condiciones, como acusó el 65% de las empresas en la última encuesta del Banco de España. Es también de solvencia de la demanda. Aunque no esté de moda subrayarlo. Como explica S, jefe de una tribu empresarial, para soltar el dinero la banca exige ahora garantías personales sobre el capital prestado en torno del 30%; hace un año, un 10%. Juega sobre seguro. Pero también muchos empresarios, como el gato escaldado, huyen de poner su patrimonio en garantía de su empresa.

Entre unos y otros, ¿dónde queda la asunción de riesgo responsable, característica del "tipo ideal de empresario capitalista" -hostil al "tipo vulgar" del capitalista nuevo/rico-, que se caracteriza por "odiar la ostentación y el lujo inútil" y se colma por "la satisfacción del deber cumplido", el modelo que preconizaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo?

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