Magris y el futuro de Europa abren el Hay
El escritor aboga por "abolir el principio de unanimidad", que rige en la UE
Claudio Magris excusó ayer el pequeño retraso con el que llegó a la jornada inaugural del Festival Hay con una historia muy paneuropea: nada más entrar en las calles de Segovia, el alocado navegador de su coche comenzó a darle instrucciones en portugués para orientarle por... Lisboa. Toda una metáfora para un italiano que participaba en España en un festival nacido en Gales. De Europa habló y mucho el autor de El Danubio en su charla con el periodista de EL PAÍS José Andrés Rojo. "Los problemas ya no son nacionales", dijo Magris. "Por eso es ridículo que cada país tenga sus propias leyes de inmigración". Después de denunciar la "elefantitis burocrática" del continente, el escritor triestino abogó por "abolir el principio de unanimidad" que rige la mayoría de las decisiones de la UE: "Es absurdo que un solo país pueda vetar una decisión de la mayoría".
Magris empezó hablando del primer autor que leyó, o que le leyeron (Salgari), y terminó haciéndolo, cómo no, de su ciudad, Trieste, un lugar de frontera y, por eso mismo, "de encuentro y de exclusión a la vez". En la charla no faltaron, por supuesto, los "minutos de Berlusconi". Para el escritor, el primer ministro de su país es el fruto de una profunda transformación que en lo social se ha llevado por delante hasta el más mínimo decoro ("se ha olvidado, como decían los moralistas franceses, que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud") y que en cultura ha consagrado "el best seller como criterio de valor".
Magris y Rojo dieron el relevo, en un salón de actos abarrotado por gente que había pagado cinco euros por sesión, a Álvaro Pombo y Juan Cruz, que se lanzaron, entre las carcajadas del público, a una charla vertiginosa que empezó por una resonancia magnética en la rodilla del autor de Contra natura y siguió con la loca de la casa (la imaginación), el perro de Obama, los blogs y la enfermedad de los escritores. "Somos todos obsesivos compulsivos, por eso escribimos", dijo Pombo. "Bueno, yo escribo porque era la única gracia que tenía de niño. Como jugaba mal al fútbol contaba cosas. Y me reían la gracia". Y hasta hoy.
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