La montaña y el ratón
Hace tiempo que Fidel Castro, vista la ruina económica, decretó que Cuba estaba en la "batalla por las ideas". Resulta evidente que el castrismo no temía al pensamiento débil que alentaba el famoso Concierto por la Paz de Juanes y compañía. "Paz" es palabra querida para los tiranos y, en el contexto cubano, tiene sabor a placebo.
Un concierto semejante puede ser un gesto poderoso en la frontera entre Colombia y Venezuela, países que cuentan con sociedad civil y opinión pública, capaces de frenar a líderes enfrentados. En Cuba, se trata de un brindis al sol. El único mensaje es que las estrellas del pop quieren al pueblo cubano y son capaces de actuar gratuitamente, ignorando los bramidos de Miami. Ese tipo de conciertos, debemos recordarlo, ocurren en la Isla Grande desde hace muchos años y son digeridos plácidamente por un régimen que controla los medios y silencia cualquier inconveniencia.
Ha sido, cierto, un evento multitudinario. También podrían puntualizar eso algunos visitantes musicales a Cuba, que tocaron ante públicos rígidos y apáticos: las entradas se repartieron entre militares y obreros ejemplares. Tal vez no haya habido necesidad de acarrear masas dóciles a la Plaza de la Revolución: los domingos pueden ser mortalmente aburridos en La Habana. Y allí existe verdadera hambre de música pop, aunque sea en sus formas más insípidas.
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