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Salvad al trabajador alemán

El plan de Magna prevé despidos en la planta de Aragón para generar empleo en la alemana de Russelheil, rompiendo el sindicalismo europeo de Opel

Luis Gómez

Opel no es una marca cualquiera de automóviles. No lo es en Aragón, donde genera el 5% del PIB de la región y es el motor del 55% de sus exportaciones. Pero tampoco lo es en Europa, donde Opel representaba la bandera de un sindicalismo continental, gracias al trabajo de un ejemplar Comité de Empresa europeo. En Opel, con fábricas en Alemania, España, Inglaterra, Bélgica, Polonia y Hungría, la interlocución entre la empresa (norteamericana, por otra parte, porque la propietaria es el gigante General Motors, GM) y trabajadores había superado las fronteras nacionales.

Hasta ahora.

Tras la puesta en venta de la firma por la quiebra de GM, el europeísmo de Opel está a punto de romperse ante la existencia de un plan industrial en el que sobran unos 10.500 trabajadores de un total de 45.000. Cuando representantes del Gobierno español y de la comunidad de Aragón acudieron a una reunión con sus homólogos alemanes hace unas semanas para tratar asuntos importantes del futuro de la compañía, se toparon con un detalle muy desagradable: en la mesa habían colocado una única bandera alemana y el portavoz alemán exigía que la reunión se celebrase en su idioma. No era una anécdota.

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En tiempo de recesión, la solidaridad entre europeos amenaza quiebra. La situación es muy sencilla: Opel está en venta y más del 50% de sus trabajadores son alemanes. Opel es una marca alemana. Y el Gobierno alemán, sin consultar a nadie, ofrece un préstamo de 1.500 millones de euros además de 300 millones en efectivo supeditados a que Magna (con financiación de un banco ruso, Sberbank) compre la compañía. Magna es un holding canadiense, especializado en componentes y marcas blancas para la industria de la automoción con fábricas en Austria y que suele trabajar para Mercedes, BMW y Volkswagen. Curioso: todo firmas alemanas. Ese dinero, más la posibilidad de un crédito de hasta 4.500 millones, es para Magna y sólo para Magna.

GM tiene que elegir entre Magna y un fondo de inversión belga. La presión alemana es tan fuerte (hay una campaña electoral de por medio) que GM termina aceptando que Magna inicie las gestiones de compra. Cuando Magna explica su plan industrial se desvela sus intenciones: cierre de la fábrica de Amberes (2.321 trabajadores), reducciones en Luton (Gran Bretaña) y un recorte de 1.672 empleos que puede ser letal en la fábrica más productiva de la marca, la de Figueruelas (Aragón). ¿Y las plantas alemanas?: la de Bochum pierde 2.045 empleos pero la de Russelheil, gracias al desmantelamiento de una línea de producción precisamente en Figueruelas, ganará empleo.

En una foto de estos días puede apreciarse cómo, detrás de un portavoz de Magna, aplaude el presidente del comité de empresa europeo de Opel. Es Klaus Franz. Alemán por más señas.

A ninguno de los otros cuatro representantes del comité de empresa (un español, un inglés, un belga y un polaco) se le hubiera ocurrido aplaudir. Un sindicalista no puede aplaudir una reducción de empleo. Tampoco la aplauden los Gobiernos afectados: Alemania ha jugado en solitario esta partida. Por eso, el detalle de una sola bandera y un solo idioma en una reunión entre altos cargos de dos gobiernos es tan ilustrativo.

Los representantes sindicales españoles en Figueruelas no quieren hablar de una rotura del principio de solidaridad europea en el que tanto creían. "Habíamos conseguido un alto nivel de interlocución a escala europea, habíamos llegado a acuerdos para todas las plantas", recuerda Pedro Bona, miembro español del comité europeo. Prefieren esperar acontecimientos, que acabe la campaña electoral alemana, y que el asunto se pueda reconducir. "¿Hubiéramos hecho nosotros lo mismo?", se pregunta Bona, "¿si el dinero fuera español?, ¿habríamos defendido exclusivamente a los trabajadores españoles?". Una idea de Europa se rompe en Opel.

La cuestión principal es la existencia de un plan industrial que, hasta donde se conoce, se traduce en una amenaza de muerte para Figueruelas y para la economía de Aragón. Figueruelas es una de las 10 plantas más competitivas del mundo, según el informe Harbour, una empresa independiente que mide la productividad de las empresas. Es la número uno de GM. Un coche fabricado en Zaragoza puesto en destino es 600 euros más barato que uno elaborado en Alemania. Era además una fábrica poco conflictiva: desde 1993 sólo ha sufrido una huelga de dos horas.

Si como anuncia el plan industrial, 1.672 de los 7.400 trabajadores españoles de Opel (llegó a haber 9.370) se tienen que ir a casa, si se elimina una línea de producción porque parte de la fabricación del Corsa tres puertas se traslada a Alemania, además de la totalidad del Opel cinco puertas, si lo único que va a producir Figueruelas es el Opel Meriva y algunas partidas del Combo, los ingenieros, los economistas y los líderes sindicales han hecho sus cuentas y saben que eso significa que Figueruelas se va al garete en cuatro años.

Una crisis que se cuece en despachos de Frankfort y Zurich está minando la moral de los trabajadores españoles. El proceso dura meses y las noticias no han dejado de ser desalentadoras. Se han celebrado asambleas en las fábricas sin incidentes, pero el clima social se está tensando: hay gente con ganas de barricada. Tantos años de esfuerzo, de tensión por ser los mejores, de conflictividad nula en beneficio de la productividad para acabar en el paro puede provocar la radicalización. Figueruelas es una caldera en ebullición.

Lo siente José Juan Arceiz, líder del comité de empresa español: "La gente está cansada y muy harta, pero todavía hay que esperar acontecimientos, la reacción de otros gobiernos". Arceiz está preocupado porque la ira de los trabajadores y de la prensa aragonesa se dirija contra Magna. "Se está queriendo culpabilizar a Magna, que no deja de ser un inversor, un socio industrial. Y sin socio industrial, Opel no tiene futuro". Sin embargo, no acaba de entenderse que haya que desguazar la planta más rentable.

Y herida de muerte Figueruelas, una parte sensible de la industria aragonesa (además de algunas plantas en La Rioja y Navarra) sufrirá. Cada trabajador de Figueruelas genera de 8 a 15 puestos de trabajo en la industria auxiliar porque el 78% de las piezas de un coche (un modelo puede tener de 3.000 a 5.000 piezas) se hacen fuera de la fábrica y la tendencia sería la de reducir ese porcentaje. Si cae Figueruelas cae el 25% de la industria aragonesa y casi el 60% de su capacidad exportadora. Una bomba en Aragón.

Manifestación ayer en Zaragoza convocada por los sindicatos en defensa de la fábrica de Opel.
Manifestación ayer en Zaragoza convocada por los sindicatos en defensa de la fábrica de Opel.AP

Movilización en la capital aragonesa

Miles de personas se manifestaron ayer por las calles de Zaragoza contra el plan de Magna para la planta de Opel en Figueruelas, encabezados por los representantes de los trabajadores de la fabrica y acompañados por políticos de todos los partidos.

La manifestación partió a las doce del mediodía de la plaza de San Miguel tras una pancarta con el lema "Opel y auxiliares: por un plan industrial viable. Significa empleo y futuro para Aragón".

El presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, aprovechó su intervención ante el Comité Federal del PSOE para pedir a todo el partido y a su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, apoyo para que la planta no pierda producción. "Nos preocupa que se deslocalice a otras factorías menos eficientes de la UE", afirmó, según fuentes socialistas. En presencia del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, pidió también que hagan todo lo posible para que se respeten las normas europeas de ayudas públicas en el caso de Opel.

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