Competitividad
Hablar de cambio de modelo productivo es hacerlo de una economía más competitiva, lo que exige a su vez un sistema educativo mejor adaptado a ese modelo más tecnológico. Ayer mismo, mientras en el Congreso se debatía sobre esos asuntos, se conocían las clasificaciones publicadas por el Banco Mundial y el Foro de Davos sobre diversos índices reveladores de la modernización de las economías. España vuelve a retroceder de forma significativa en ambas clasificaciones.
En relación con las facilidades para crear empresas, España retrocede 11 puestos, hasta el 62. El otro conjunto de indicadores tampoco nos deja en buen lugar: se diluye la dotación de ventajas que hace a una economía más productiva y competitiva y perdemos posiciones, del lugar 29 al 33. La combinación de esos indicadores, de gran difusión entre la comunidad inversora y empresarial internacional, con una de las tasas de paro más elevadas de la OCDE, no son credenciales que puedan favorecer la confianza en nuestras instituciones. Zapatero apeló ayer a la decisión de la agencia Moody's de mantener la máxima calificación de fiabilidad de España con relación a su deuda, como prueba de solvencia de nuestra economía; sin embargo, la visibilidad asociada a la presidencia española de la UE va a coincidir con los peores resultados económicos de nuestro país en muchas décadas, lo que inevitablemente afectará a esa confianza.
También coincidió el debate de ayer con la difusión del informe anual de la OCDE sobre la educación. España mejora en el nivel educativo general, pero sigue presentando lastres como el alto grado de fracaso escolar, el retraso comparativo en FP, el relativamente escaso porcentaje de jóvenes que sigue los estudios tras la enseñanza obligatoria y la escasa ventaja retributiva de los titulados respecto a los que no lo son, si bien los titulados encuentran trabajo más fácilmente. Resumen global: mal, pero yendo a peor.
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