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Entrevista:Trinidad Jiménez | ENTREVISTA

"Nunca he transgredido nada"

Juan Cruz

No es médica, es abogada, y ministra de Sanidad desde el 7 de abril de 2009, casi cuando comenzó la gripe A a enfermar a la gente. Trinidad Jiménez no es médica, pero si uno tuviera que pedirle consejo a alguien para que te recomiende uno, esta mujer, tercera de ocho hermanos, de 47 años, malagueña, hija de juez y de funcionaria, reúne las condiciones para que te fíes de su consejo. Siempre me pareció que tiene una melancolía rara que la convierte muy vulnerable en las tragedias, pero ella dice que es muy fuerte. Es cauta, no se deja amedrentar ni por el abismo del gozo ni por el sumidero de la desgracia. Se queda en medio, pensando cómo salir del atasco o cómo tomarse el elogio. Mirando. Entonces, si está alegre, se le verá razonablemente feliz, pero si está triste, una ráfaga de viento helado se posa en sus labios, y aunque los tenga pintados se le quedan pálidos, como traspasados por una ventolera. Cuando acabó esta conversación, alguien que la conoce bien nos preguntó si la ministra había estado demasiado cauta. Estuvo ella, es decir, moviendo las palabras de un sitio a otro para no molestar a nadie. Me dijo que jamás había transgredido nada. Me lo decía en su asiento del ministerio, donde otra mujer cauta, Elena Salgado, había tenido el arrojo de prohibir (bastante) el tabaco y de prevenir contra los efectos dañinos del vino en exceso. Y me lo decía Trinidad Jiménez en medio de uno de los atascos mundiales de la salud, la aparición de la gripe A. Cauta no significa sosa: se adentró en algunas de sus rabias, y las dijo. Por fin contó, con cierto detalle, cómo fueron aquellas reuniones del sector de la Nueva Vía socialista que decidió alzar a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien ella no conocía, como el candidato que salvara al PSOE del fracaso del año 2000. Y habló de su vida privada, muy poco, porque es cauta, y sabe que el amor es una cosa que hurga por dentro, pero si se expone, se seca. De su madre sí habló más. Comimos saludablemente: eran las tres de la tarde y la ministra pidió un tentempié para subsistir. Nos trajeron tortilla española (sin sal), un queso muy sabroso y algo de jamón serrano. Ella lo dejó casi todo, pero no por cautela, sino porque no paró de responder.

"En la crisis por la gripe A buscábamos el equilibrio y gestionar la alarma"
"Para mí, lo fundamental es la capacidad, más que el género, en la política"

¿Cómo se sintió al encontrar una crisis sanitaria mundial nada más llegar? Los primeros momentos fueron de mucha preocupación. Tenía que gestionar algo que intuía importante. Pero al minuto siguiente reuní a los expertos y pregunté cómo estaba la situación. En los momentos de crisis sé reaccionar con entereza. El jueves 23 de abril por la noche se produjo la alerta de la Organización Mundial de la Salud.

¿Se asustó? No me asusté, pero sí me preocupé. Era un virus nuevo. Desconocíamos su agresividad. Y los primeros datos que venían de México eran muy preocupantes. Es el miedo a lo desconocido, a ese virus que comienza a atacar también en Estados Unidos y en Canadá. Acababa de asumir mi puesto como ministra y me decía: "A ver si soy capaz de gestionar con responsabilidad y con eficacia esta crisis".

Su antecesor, Bernat Soria, dijo que esto era una tortura. ¡Habrá pensado entonces: "ojalá me hubieran hecho ministra de Exteriores"! No. A mí las situaciones de incertidumbre me gusta gestionarlas. Es verdad que no le tengo miedo a muchas cosas.

¿A qué le tiene miedo? A cosas de gestión personal o cotidiana. A no saber responder a una expectativa, a defraudar la confianza que alguien deposita en mí…

… al abismo [el fotógrafo acababa de tratar de hacerle fotos en la terraza del ministerio; ella tiene vértigo]. ¡Ja, ja, ja! Al vértigo sí. Pero no tengo miedo a hacerme cargo de una situación de crisis; al contrario, siento que reacciono con mucha serenidad; soy serena en todo.

A veces he observado que usted tiene miedo a ser malinterpretada. Llevo veintitantos años haciendo política y me he dado cuenta de que cuando quieres transmitir un mensaje, la inmediatez puede distorsionar el fondo. Y a la hora de hacer una declaración soy extremadamente cuidadosa con mis palabras.

O sea, que usted no sintió miedo ante la crisis sanitaria. ¿Sino…? Sino sentido de la responsabilidad, preocupación. Teníamos que buscar el equilibrio. No quería quitar importancia a la situación, pero había que gestionar la alarma social.

A México se le trató como un país apestado. Usted viene de la diplomacia, ¿cómo lo vivió? Había desconcierto. Cuando tuvimos más información ya tomamos decisiones con cierta solvencia. Por eso, cuando nos reunimos los ministros de Sanidad de la UE y el ministro francés planteó la interrupción de los vuelos a México, sabíamos que la epidemia no se podía parar y que la enfermedad no era tan grave y que había posibilidad de reaccionar. Por tanto, dijimos que no había razones ni epidemiológicas ni clínicas que justificaran una medida de esa trascendencia.

Han seguido teniendo que tomar decisiones en medio del desconcierto. Pero había un nivel de conocimiento que permitía acertar. Ahora nos preguntan: "¿Se cierran los colegios?". No. Por tanto, busquemos la proporcionalidad de la respuesta, y si, avanzado el curso escolar, hay alguna razón nueva que nos exija revisar la decisión, tomémosla.

¿Qué ha aprendido de este lío? Para mí ha habido un elemento clave, la coordinación. En primer lugar, la coordinación interna de todas las comunidades autónomas. En segundo lugar, la coordinación internacional a través de la Organización Mundial de la Salud y de la Unión Europea. El hecho de que la gripe haya comenzado antes en otros países nos ha permitido también extraer enseñanzas. Ahora está teniendo lugar la gripe en Australia y Chile, en el invierno austral, y eso nos permite saber cómo se comportará el virus en invierno en nuestro país.

La gente pregunta también si habrá vacunas para todos. Y nosotros les decimos que tranquilidad. Hay países que están pasando el invierno y no tienen vacunas. La clave está en la buena organización de los servicios sanitarios, y nosotros, afortunadamente, tenemos un magnífico sistema nacional de salud.

Hubo aquel incidente de los niños en el cuartel, que cayó de lleno sobre una amiga suya, la ministra de Defensa. Era la primera vez que se producía un contagio en una concentración de personas. Pero se aplicaron todos los protocolos previstos por los médicos militares, y desde aquí funcionó nuestro centro de epidemiología y de microbiología.

Pero no se pudo evitar la confusión. Que yo lamento muchísimo. Pero tengo que decir que Sanidad Militar actuó escrupulosamente en todo momento. Y la ministra de Defensa y yo misma decidimos acudir de manera conjunta al Parlamento para dar explicaciones. Se creó incertidumbre y también mucha preocupación, porque había niños que visitaron el cuartel cuando todavía no se sabía que había contagio de gripe A. Luego se supo que los niños habían estado a una gran distancia de los afectados, y hacía falta por lo menos una distancia de dos metros para que se produzca el contagio.

Lo cierto es que en medio del barullo político actual, a usted es a la ministra que se le ha visto más rodeada, amablemente, de contrincantes. Me he dado cuenta de que los temas de salud pública preocupan muchísimo a los políticos. Con eso no se juega ni se hace política. Y ha habido un gran clima de consenso. Yo he hecho un esfuerzo de coordinación, me he reunido con todos los grupos políticos para buscar su apoyo.

¿Y eso por qué no se consigue para la economía, por ejemplo? Hombre, yo creo que el tema de salud pública es coyuntural, y se le puede dar una respuesta coyuntural. Aun siendo legítima la discrepancia entre posiciones diferentes, habría que esforzarse para retomar el consenso. Lo tenemos en la lucha antiterrorista. Pero debemos buscarlo en el ámbito económico. Deberíamos hacer un esfuerzo mayor entre todos.

Dice usted lo del consenso antiterrorista. Pues en el PP dicen que ustedes persiguen con más saña a la oposición que a ETA. La verdad es que esas declaraciones prefiero dejarlas en el marco de la anécdota. El líder de la oposición no ha entrado en eso, quizá porque él mismo se ha tenido que enfrentar a situaciones duras… Pero en la lucha contra el terrorismo sí hay un consenso. Yo me quedo con eso.

La noto muy comprensiva. No. Lo que pasa es que no quiero contribuir a encender más el clima político. Hay un enrarecimiento que tenemos que superar.

Tampoco hay consenso sobre el aborto con el PP y con la Iglesia. Es un frente más ficticio que real. La ley del aborto lleva más de 20 años en nuestro país. El PP ha gobernado ocho años y nunca se le ocurrió acabar con la ley de interrupción voluntaria del embarazo, o revisarla. Se aprovecha la particularidad de introducir en la ley la posibilidad de que las jóvenes de 16 años puedan interrumpir su embarazo sin consentimiento paterno para introducir un debate ideológico. Hay supuestos, muy pocos, en los que puede haber chicas que, por miedo a sus padres, no quieren comunicar una situación así en su casa, y no quieren tener un hijo por lo que fue un descuido.

Algunos socialistas se opusieron también. La discrepancia es normal, y dentro del PSOE la ha habido siempre. La verdad es que las mujeres de 16 años, lo diga o no lo diga la ley, acuden a los centros si realmente lo necesitan. Supongo que en el trámite parlamentario se llegará al máximo grado de acuerdo posible.

Tampoco encuentra usted consenso en la aplicación de leyes como la dependencia o la eutanasia. La ley de dependencia tuvo el acuerdo de la mayoría de los partidos, incluido el PP; lo que ha habido es una cierta dificultad para implantar la ley. Ahora hemos empezado a solventar los desacuerdos.

Pero con respecto a la muerte digna, parece que usted va con más pausa que su antecesor. Prefiero sacar adelante un proyecto y hablar de él cuando tengo la garantía de poder conseguirlo. Soy consciente de que una cosa son mis propias convicciones, y otra cosa es la gestión de un ministerio de asuntos públicos. La muerte digna no es lo mismo que la eutanasia. La eutanasia es despenalizar la ayuda al suicidio, que no está despenalizado en el Código Penal. La muerte digna es posible en nuestro país, pero necesita de un desarrollo reglamentario para que se haga realidad. La muerte digna significa que una persona pueda dejar constancia de su voluntad de que en circunstancias muy adversas de dolor no se le prolongue artificialmente la vida. Es verdad que necesitamos un desarrollo más exhaustivo del llamado "testamento vital", que está previsto en la ley de autonomía del paciente, y tenemos que poner más recursos en las llamadas unidades de dolor de los centros sanitarios y asistenciales. En eso estoy trabajando.

¿Ésa es su posición personal o su posición de ministra? Ésa es mi posición de ministra, porque eso es lo que legalmente se ha concebido. Y también es mi posición personal, porque tengo dudas éticas sobre la posibilidad de legalizar la eutanasia, que muy pocos países la legalizan. Lo que el Código Penal ha hecho es despenalizar algunas situaciones. La única que se mantiene penalizada es la de asistencia al suicidio activo. No se puede permitir que una persona sufra y se le prolongue la vida artificialmente, de tal manera que aquellos que lo desean puedan acogerse a una o a otra posibilidad.

Su nombramiento dio motivo para que supiéramos que su madre fue trabajadora social. Así es. No siento pudor al decir que tengo unos padres estupendos. Es verdad que mi padre es más conocido, porque ha sido magistrado del Tribunal Supremo. Y mi madre tiene una historia muy bonita. Se casó con 19 años. Y cuando tenía 40 y ocho hijos fue a la universidad. Traía a sus compañeros barbudos a casa en la transición. E hizo oposiciones esperando el último hijo. Se vino a Madrid con mi padre, sacó adelante las oposiciones con el número tres, sacó adelante el trabajo, sacó adelante a los hijos.

Usted tiene 47 años, un año más que su madre cuando nació el último hijo. Je, je. Efectivamente. Cuando éramos más jóvenes no era habitual ver mujeres en política. La mujer tenía que demostrar permanentemente que, además de ser mujer, podía liderar un equipo. Y ha costado, a mí no tanto, ¿eh? Las verdaderas luchadoras son las mujeres feministas, a ellas se les debe todo.

Usted trabajó para que un hombre compitiera con dos mujeres para hacerse con la secretaría del PSOE. Es que para mí lo fundamental es la capacidad, más que el género. Una vez que estamos en condiciones de igualdad para competir, para ganar, yo elijo a las personas en función de que las considere más adecuadas para liderar un determinado proyecto.

Y le parecía mejor Zapatero que Matilde Fernández o Rosa Díez. Sí. Las admiro, más allá de las diferencias que hayamos tenido. Pero consideré en ese momento, el año 2000, que el PSOE necesitaba un cambio profundo. Y lo logramos; esa intensidad que sentí aquella noche del triunfo fue una intensidad histórica.

¿Y usted no percibe que esa intensidad se ha aminorado? No. Piense que Zapatero llegó cuando apenas llevaba cuatro años al frente de la secretaría general, y el PP iba con mayoría absoluta. Eso demuestra la fortaleza y el liderazgo que ejercía. Y luego ha mostrado una enorme capacidad transformadora de la sociedad. No somos conscientes, por la rapidez con que se han producido los cambios, del clima de libertad social tan profundo que disponemos. Nuestro país se ve en el mundo como un país profundamente libre.

Pues Arenas, Cospedal y Rajoy han dicho este verano que es una dictadura. Utilizan con demasiada frivolidad un concepto que ha tenido a este país sumido en la sombra demasiados años.

¿Cómo convenció a Zapatero para que ensayara ser secretario general? La verdad es que yo no le convencí.

Pero hay ahí una historia de desayunos en su casa, de jóvenes de la Nueva Vía poniéndole en la carrera… Me gusta ser justa con todos los procesos, y muy escrupulosa a la hora de contarlos. Éramos personas que nos reunimos sin saber que todos queríamos un cambio. Yo estaba trabajando con Joaquín Almunia cuando hice la apuesta por Zapatero. El propio Almunia me dijo: "A quien tienes que conocer es a Zapatero".

¿Y usted no conocía a Zapatero? Lo conocía de las ejecutivas, él era vocal ejecutivo y yo trabajaba allí, era del aparato.

¿Qué impresión tenía de él? Muy buena. Era muy amable, muy correcto, muy serio, como es ahora. Entonces empezamos a reunirnos. Ahí estaban Pepe Blanco, Jesús Caldera, Jordi Sevilla… Y casi de manera natural el liderazgo lo fue asumiendo Zapatero, sin él pedirlo ni quererlo abiertamente. Estuvimos desde marzo, cuando perdimos las elecciones, hasta julio, en que Zapatero tomó la decisión formal de presentarse. Quería ver si eso era bueno o no para el partido, si había consenso o no, si tenía apoyo. Y todos los días le decíamos que se tenía que presentar, pero no tomó la decisión hasta que no tuvo todo perfectamente claro.

¿Y usted ha sentido que luego él ha valorado ese apoyo que tuvo entonces? Al contrario de lo que se ha escrito o se ha dicho, yo siempre me sentí muy valorada por Zapatero. Tuve el privilegio de ser candidata a la alcaldía de Madrid. La confianza que depositó en mí Zapatero fue extraordinaria. Y me hizo el honor de hacerme secretaria de Estado para Iberoamérica. Y la gente decía: "¿Por qué no hacen a Trinidad Jiménez ministra?". Y yo pensaba: "Es que yo me siento privilegiada por ser secretaria de Estado". Cuando te sientas en el Consejo de Ministros te das cuenta de lo que supone ser ministro del Gobierno de España.

¿Qué supone? Supone tener la capacidad de dirigir el destino de tu país. Cuando era adolescente, siempre pensaba que quería participar en la construcción de los destinos de mi país. Pero yo lo vislumbraba desde el ámbito de funcionario público… Pero cuando te sientas en el Consejo… Primero, impone mucho, hay ahí una enorme solemnidad, nos tratamos de ministro, de presidente…

¿Usted le discute al presidente? La verdad es que coincido bastante con él… Nunca dejé de hablar con el presidente; siempre estuvimos en contacto por teléfono. En cualquier momento en que él percibía que necesitaba su apoyo, él estaba allí; siempre me confortó mucho su amistad personal y su confianza política. Y sí, discutimos a veces, y hay posiciones que son diferentes, pero es interesante seguir esas discusiones.

Que usted contará en sus memorias. Pero nada que tenga que ver con el Consejo. La ley es sagrada para mí. Mi padre me decía: "La libertad consiste en depender tan sólo de la ley". La ley dice lo que puedes o no puedes hacer, y eso te da una gran libertad.

¿Y nunca ha sido libertina? No. Nunca he transgredido nada. He sido una niña buena. Obediente y responsable. Educada en libertad para escoger. Habré hecho las transgresiones normales.

Le dijo una vez a este periodista: "No dejo de tener actitudes políticas hasta en mi relación de pareja". Ja, ja, ja. No sé si ahora volvería a hacer la misma afirmación. Supongo que tenía que ver con cuestiones básicas: la necesidad de consensuar. Para la política depende del respeto, pero ese concepto básico también está en las relaciones interpersonales.

Y ahí me dijo usted también que si salía con alguien no era libre para decirlo, porque quizá su pareja no querría esa relevancia pública. ¿Ya no lo diría? Eh, vamos a ver. Yo creo que sí; creo que llega un momento en el que alcanzas también tu libertad personal y no ves incompatible el tener una posición pública con tener una relación de pareja. De hecho, tengo una relación, me siento feliz y contenta, y si salgo a la calle y me ven con él, pues muy bien.

¿Le va bien en la vida ahora? Sí. Tengo la sensación de ser una privilegiada, siento que estoy haciendo el mejor trabajo que pudiera soñar. Y muy feliz en el plano personal.

Cuando perdió la alcaldía se le veían dos planos en la cara, uno tranquilo y el otro extremadamente triste. ¿Ocurrió? Ocurrió, claramente. Porque yo puse toda mi alma en conseguir ser alcaldesa… Estaba bajo los efectos de la derrota. Y aunque de la derrota se aprende, el fracaso también te provoca una convulsión interna muy fuerte, no sólo por mí, sino por tanta gente que confiaba en mí.

Fíjese lo relativa que es la vida: ahora puede pasar a la historia como una ministra a la que le estalló una gripe y la superó. Ojalá que pueda conseguirlo. No quiero que la gripe se convierta en un problema más grave de salud pública ni que se convierta en un tema político.

¿Usted fuma? No. Nunca he fumado. Ya te he dicho que soy poco transgresora.

¿Y besa? Bastante. Ja, ja, ja. La campaña de sanidad [para prevenir la gripe A] no dice nada de los besos, ésa ha sido la campaña del Colegio de Médicos de Madrid. Pero sí beso, vaya que si beso, y seguiré besando. Ahora, si hay gripe, pues como siempre, que la gente no se contagie.

Por cierto, los asmáticos le agradeceríamos mucho que no se relaje la ley del tabaco… Los asmáticos y mucha gente. Estamos estudiando el desarrollo de la ley para que se prohíba fumar en todos los espacios públicos, que todo el que quiera fumar pueda fumar tan sólo en los espacios privados o en la calle. Hay una mayoría de ciudadanos, fumadores también, que entienden que no se puede imponer el humo nuestro a los demás.

Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad
Trinidad Jiménez, ministra de SanidadJERÓNIMO ÁLVAREZ

Socialista desde su juventud

Licenciada en Derecho.Secretaria de política internacional de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Secretaria de Estado para Latinoamérica. Trinidad Jiménez García-Herrera (Málaga, 4 de junio de 1962) se dirigía con paso firme a ocupar una cartera ministerial del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien mostró siempre su apoyo como candidato presidencial.

Durante su etapa universitaria, Jiménez ingresó en las Juventudes Socialistas de España. Ocupó una concejalía en el Ayuntamiento de Madrid. Se presentó a la alcaldía madrileña en 2003, pero Alberto Ruiz-Gallardón, su primo, ganó los comicios.

Pertenece a una familia de juristas. Dicen los que la conocen que apuesta por el diálogo. Una persona muy risueña, salta a la vista, y trabajadora. Fue asesora del ex presidente Felipe González. Y sustituye desde el 7 de abril a Bernat Soria al frente del Ministerio de Sanidad.

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