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Reportaje:

La mejor asistencia... y la más cara

Medio centenar de aseguradoras dominan el sistema sanitario - Los estadounidenses cubiertos por seguros de empresa recelan de la reforma

Los hospitales y especialistas de EE UU se encuentran entre los mejores del mundo. Eso si el paciente tiene acceso a un complejo y muy costoso sistema sanitario, dominado por las compañías aseguradoras privadas. Y es que sin la cobertura adecuada, como le pasa a los 46 millones de personas sin seguro (un 15% de la población), un accidente o una enfermedad grave puede llevar a una familia a la ruina.

El 85% de los estadounidenses tiene cobertura sanitaria, la mayoría mediante planes de seguro privados suscritos por sus empresas, o también mediante la asistencia pública a personas sin recursos.

Pero el régimen es confuso, y tampoco ofrece las garantías que espera el asegurado, que en medio de una emergencia puede toparse con que la compañía que lleva su póliza le niega el pago de ciertas pruebas o tratamientos. Y en la mayoría de los casos tampoco cubre el total del coste, lo que explica que la salud sea la mayor causa de quiebra en Estados Unidos. Todo esto lo sabe muy bien Wendell Potter, convertido en uno de los grandes opositores del régimen sanitario. Potter, que ocupó un puesto ejecutivo en Cigna, una de las aseguradoras más poderosas del país, hace ahora campaña por la reforma del sistema. Pero el reto que el presidente Barack Obama tiene ante sí es colosal, y para hacerse una idea basta con ver su estructura.

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El negocio del seguro sanitario está dominado por medio centenar de firmas, entre las que destacan Aetna, Blue Cross y Blue Shield, Humana, United Health y Well Point. La antigua compañía de Potter ingresó en el primer trimestre 4.800 millones de dólares, lo que le aportó un beneficio neto de casi 210 millones. "Es un mito que hacemos grandes beneficios a costa de las personas que cubrimos", dicen en la compañía.

EE UU destina un 16% de su producto interior bruto a la salud (unos 2,2 billones de dólares en 2007). El coste para los clientes tampoco para de crecer, hasta el punto de que, per cápita, los estadounidenses encabezan las estadísticas de la ONU. El coste medio del seguro médico para una familia ronda desde los 11.000 dólares anuales en Idaho, Iowa y Hawai —donde se pagan las primas más bajas— hasta los 13.500 dólares en Indiana, Massachusetts, Minnesota y New Hampshire, las más altas del país. Para un soltero se mueve entorno a los 400 dólares mensuales.

Y mientras, el debate sobre la reforma sanitaria lleva atascado más de tres décadas. En síntesis, el sistema de atención médica se construye sobre dos pilares: por un lado, los planes de seguro privados, a los que se accede individualmente o mediante las empresas; por otro, la asistencia pública a personas sin recursos (Medicaid), jubilados y discapacitados (Medicare), niños, militares y veteranos.

El seguro pactado en bloque por las empresas para cubrir a sus empleados es de lejos el predominante en EE UU. De hecho es uno de los factores que los aspirantes a un empleo miran más cuando negocian sus sueldos y beneficios. Se calcula que el 65% de la población en edad de trabajar tiene un seguro de este tipo.

Los programas gubernamentales cubren por su parte a tres de cada 10 ciudadanos. Y por ley, los hospitales (mayoritariamente privados) deben atender a cualquier persona en los servicios de urgencias, incluidos los inmigrantes sin papeles y a quienes no tienen seguro. En este caso, la mitad del gasto corre a cargo del Estado, y la otra mitad a cargo de las aseguradoras privadas, otro de los factores que elevan las primas.

Puesto en números, a través del Medicaid se atendió a 39,6 millones de estadounidenses, y a 41,4 millones gracias al Medicare. El envejecimiento de la población, cuando la oleada de jubilaciones de la generación del baby boom llegue al pico en 2030, elevará la afiliación al Medicare hasta los 77 millones.

Para casar estos dos mundos y reducir costes, la idea de Barack Obama pasa por romper con el monopolio de las aseguradoras, creando una alternativa pública. Se trata de algo similar a lo que ya existe en el sector de la mensajería, donde el servicio público de correos coexiste con compañías privadas como Fedex y UPS.

Al margen de la batalla política sobre el intervencionismo del Gobierno, las dudas sobre la reforma propuesta por Obama dominan entre los que ahora están cubiertos por seguros negociados por sus empresas. Temen que, si hay una opción pública, más barata, sus patrones opten por subirles el sueldo y dejar en sus manos la negociación individual del seguro médico, lo que resultaría mucho más costoso. En este debate, no hay colores políticos.

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