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Premio Príncipe de Asturias de las Letras
Columna
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Ni disidente ni portavoz

"He tratado de hacer literatura normal en tiempos anormales". Así caracteriza Ismail Kadaré su actividad literaria bajo el comunismo. Buena parte de su obra, y de sus obras maestras, fueron publicadas en Albania e incluso traducidas a varios idiomas precisamente durante aquel periodo, mientras el régimen estalinista albanés era el más opresivo y cerrado de Europa. Kadaré no fue ni disidente ni portavoz del régimen. Tampoco fue una mezcla de los dos, ya que son incompatibles, y tampoco algo a medio camino, porque constituye un fenómeno tan complejo que no se puede definir a partir de categorías sobrecargadas de política. Kadaré era un autor transgresor, pero de una transgresión estético-literaria que consistía en nuevas formas de expresión capaces de poner entre paréntesis la realidad, o ponerla en entredicho, cuestionarla a través de un sutil entretejido metafórico.

Es un creador transgresor, pero de una transgresión estético-literaria
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Y, gracias a todo ello, la obra de Kadaré tenía a su vez un papel políticamente emancipatorio para los lectores albaneses en aquellos tiempos oscuros. Los centros del poder lo veían como un individuo con ideas hostiles. Algunos de sus libros fueron prohibidos, algunos otros tuvieron que ser corregidos obligatoriamente por él. Y, de vez en cuando la dictadura le enseñaba los dientes, le amenazaba con "arrojarlo al barro", según las palabras de un secretario del Comité Central. Eso fue en 1982. El autor de estas líneas, por su experiencia de interrogatorios a que fue sometido por ser, entre otras cosas, amigo de Kadaré, tiene la certeza de que la policía secreta, al menos en esa ocasión, pretendía meter a Kadaré en la cárcel. Lo que no llegó a ocurrir. Era demasiado tarde. Kadaré era demasiado conocido internacionalmente. El dictador temía proporcionar a Occidente la oportunidad de crear un Solzhenytsin en Albania. En cambio, le complacía que un escritor albanés tuviera tanto reconocimiento internacional: una complacencia acomplejada, similar a la de la España franquista cuando una película, censurada en el país, era valorada a nivel europeo. Lo que se hacía era amenazar al escritor de vez en cuando para que no fuera demasiado lejos, y, a veces, mimarle y pedirle un tributo. Lo que consistía, parafraseando a Esquilo, en que el escritor echase al dictador algunas migajas de su fastuoso banquete homérico. Esa etapa de la vida de Kadaré terminó en el otoño de 1990, cuando pidió asilo político en Francia. Él calificó el acto como una "separación del mal". Ocurrió un mes antes de que la revuelta de estudiantes en Tirana pusiera fin al sistema de partido único. Fue recibida muy positivamente por la sociedad albanesa, como un acto que contribuía a acelerar el cambio. En el gulag de Albania, donde me hallaba yo todavía, fue recibida con júbilo.

Kadaré sigue estando dedicado a la literatura, escribiendo sobre los mismos temas, relacionados profundamente con Albania, y del mismo modo que bajo la dictadura: siempre lo que él considera "literatura normal", aunque en tiempos diferentes.

Bashkim Sehu es novelista albanés afincado en España y autor de El último viaje de Ago Ymeri.

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