El chico que Neruda hizo electricista
Cristian Aguadé, hijo del alcalde republicano de Barcelona, disecciona su exilio
Tan fáciles que le salían al poeta y embajador honorario de Chile en España Pablo Neruda las metáforas y no se le ocurría un oficio práctico cercano al lenguaje Morse, lo único que aquel joven de 18 años había ejercido en su vida. Le costó rato: "Sólo me sale electricista". Y así lo estampó en los papeles que permitieron a Cristian Aguadé (Barcelona, 1921) entrar en Chile como exiliado en 1939. Neruda casi fue socio de la futura empresa de muebles que creó Aguadé y acabó con piezas suyas en casa, pero el poeta no fue más que uno de los grandes personajes que, como Macià, Pau Casals, Tarradellas y Pujol, entre otros, se cruzaron en la intensa vida del hijo del primer alcalde republicano de Barcelona, Jaume Aiguader, y que repasa en Memòries d'un català de Xile (La Magrana).
El alcalde, fundador de ERC, futuro ministro y médico del dispensario de Sants que no cobraba a los que atendía en casa, catalanizó su apellido, que por error del registro o despiste del progenitor no pasó a los hijos. De la infancia, Aguadé recuerda cómo la policía requisaba las libretas de catalán de su escuela, la Blanquerna, de donde tuvo que marchar cuando ERC ganó las elecciones, dejando en la cuneta a una anonadada Lliga y a una "resentida" Acció Catalana, que logró hacerle bullying. "Acció hizo una oposición innoble contra mi padre y otros miembros de ERC; su catalanismo era auténtico, pero burgués, estaban lejos de la sensibilidad social que sí recogía ERC", resume Aguadé.
Luego vendría la dureza de crecer en el exilio, mirando de reojo a Cataluña. Aguadé ya había descubierto, al final de la guerra, que "no era un animal político, sólo he sabido organizar desde la trastienda". Y en esa función propuso a Pau Casals que presidiera la Generalitat en el exilio. "Suerte que no salió bien porque habría sido un desastre: un gran impacto internacional, pero para controlar los grupúsculos del exilio catalán y a los de dentro se necesitaba otra cosa y eso lo encarnaba Tarradellas". Le dedicó muchas horas (y algún dinero) y le hizo de emisario ante Pujol, que recriminó que fuera "alguien de fuera" quien lo representara. El estigma del exiliado. "Nunca hemos sido reconocidos como exiliados políticos; la gente que estaba más o menos bien con el régimen no quería saber de política y los otros nos envidiaban por no sufrir el franquismo; un sacrificio inútil".
En las memorias de Aguadé no hay juicio sobre Companys: "En casa no le teníamos simpatía porque mi padre y él disputaron la sucesión de Macià, pero a un president mártir no se le puede juzgar". Tampoco desea comparar su ERC y la de hoy: "Ha ido perdiendo espacio político y no tiene el tremp ni darían su vida por el ideal". ¿Y su voluntad independentista? "Cuando no tenía sentido era en mi época. Ahora, con la Unión Europea, da igual que estés dentro o fuera de España; no necesitas ni ejército y casi ni economía". Genética Aguadé.
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