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"Ha sido un acto necesario y muy bonito", recalca un agente del 36

Lorenzo Iturriaga tiene la friolera de 96 años y la memoria fresca como una lechuga. En el 36, en plena guerra civil, formaba parte de la primera Ertzaintza. Postrado en una silla de ruedas -ayer estuvo acompañado en el acto de homenaje por un ertzaina de la primera promoción y por una agente de la última- cualquiera podría pensar que el equipo de Interior había decidido pasear a una momia. Nada más lejos de la realidad. Iturriaga recuerda con una nitidez que sólo causa envidia en quien tuvo el gusto de escucharle ayer las fechas como si se tratase de la víspera.

Relataba las guardias en octubre de 1936 -fecha incluida que el periodista ya no recuerda- en un palacete del Getxo de la época donde había de todo para guardar. "Hasta botellas de vino, que nadie tocó, por supuesto".

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- "¿Buena cuenta de ellas darían los nacionales?", aseguraba en una pregunta del todo retórica Rafael Iturriaga, brazo derecho del consejero de Interior, Rodolfo Ares, y ayer algo más.

- "Eso seguro", respondió el ertzaina del 36.

El apellido ya da una pista. Lorenzo Iturriaga es tío del viceconsejero de Seguridad.

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Y siguió hablando con el periodista de cuando le acogieron -"muy bien"- los jesuitas de Deusto o cuando pasó a manos de los Padres Escolapios. "El 31 de diciembre de 1937 me llevaron a Garellano y de ahí, directo a Burgos, donde caí en manos de un tal Fernando Pastrana que tenía la mano muy larga" (léase sisar). Como muchos otros a trabajar para los franquistas.

- "¿Qué le ha parecido el homenaje?"

- "Ha sido muy bonito, y necesario".

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