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Tensión en Irán

EE UU mantiene la oferta de diálogo pese a sus dudas sobre la limpieza del voto

Antonio Caño

El Gobierno de EE UU está decidido a mantener su oferta de diálogo a Irán, pese a las "serias dudas" expresadas ayer por el vicepresidente, Joe Biden, sobre la limpieza de las elecciones que han dado la victoria a Mahmud Ahmadineyad. Aunque ese resultado supone un revés para el presidente Barack Obama, quien, como millones de personas en ese país, parecía haber creído en el sueño de un cambio, la Administración estadounidense carece de instrumentos para modificar el rumbo político en Irán y sólo puede adaptarse a la situación.

"Por la manera en que están reprimiendo la libertad de expresión", manifestó Biden en una entrevista en televisión, "por la manera en la que están reprimiendo a la gente en las calles, se pueden extraer serias dudas de que el resultado es el que dicen. Creo que tenemos que esperar y ver".

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Un portavoz oficial que habló ayer con los periodistas afirmó que la victoria de Ahmadineyad, pese a todas las sospechas, no modificaría la apuesta de esta Administración demócrata por intentar la vía diplomática para resolver las diferencias sobre el programa nuclear iraní, así como la involucración del régimen de Teherán en Irak, Afganistán y los problemas de Oriente Próximo.

Las posibilidades de un diálogo, según explicó la misma fuente, no dependen tanto de la personalidad que esté al frente del Gobierno sino de la voluntad del régimen de contribuir a un clima de estabilidad y paz en la región y en el resto del mundo.

Como consuelo, el Gobierno de EE UU quiere confiar, como afirmó el mencionado portavoz, en que "Ahmadineyad sienta el deseo del pueblo de reducir el aislamiento de Irán" y modere sus puntos de vista respecto al asunto nuclear y a sus relaciones con Occidente. En última instancia, Washington entiende que la máxima autoridad en relación con el programa nuclear y con los asuntos más importantes en Irán sigue siendo el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo.

Todo esto son interpretaciones bondadosas de lo que ha supuesto un duro golpe a la estrategia de Obama. Tanto si el resultado obedece a la voluntad popular o a la imposición del sistema, los comicios iraníes parecen dar oxígeno al radicalismo (dentro y fuera de Irán) y representan una frustración para los moderados. Es el peor escenario posible, como lo han descrito varios analistas.

Obama había confesado el viernes, mientras la gente salía a votar en masa, su esperanza de que Irán emprendiera un nuevo rumbo. Alentado por la acogida de su discurso al mundo islámico y por los resultados de las elecciones anteriores en Líbano, el presidente norteamericano acariciaba la posibilidad de poder tratar con un Irán amable.

Por el contrario, con la victoria de Ahmadineyad, Obama se ve obligado a lidiar con un radical que, además de negar el Holocausto y no tener escrúpulos en poner a Oriente Próximo ante el precipicio de una escalada nuclear, está ahora manchado por la sospecha sobre su legitimidad.

Su continuidad en la presidencia supone, además, un suspiro de alivio para otros grupos antiestadounidenses, como Hamás y Hezbolá, que podían haberse visto marginalizados por una victoria de Mir Hosein Musaví.

Al mismo tiempo, el resultado electoral en Irán le da la razón al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que ha denunciado la inminente amenaza nuclear iraní y está presionando a Washington para que adopte una posición más beligerante. Así pues, de un solo plumazo, Obama ha visto cómo le estallaba en su cara su mensaje de concordia de El Cairo, ha visto complicarse enormemente las posibilidades de paz en Oriente Próximo y ha sufrido un considerable golpe a su autoridad.

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