Orgullosa garnacha

En Méntrida, tierra de graneles, cooperativas y viñedos de garnacha productiva, ha tenido que venir gente de fuera para que comenzara a asomar el hocico la potencialidad escondida de esta desdeñada zona toledana. Casos como los de Arrayán, asesorado por Miguel Ángel de Gregorio para el fallecido José María Entrecanales (hoy gestionado por la dinámica y sensible María Marsans, su viuda); Garva, de la familia García Vaquero, o Canopy son argumentos de peso para la esperanza. Desde 2004, la familia Jiménez-Landi se ha incorporado al desafío enológico. Pero mientras las figuras emergentes de Méntrida apuestan fundamentalmente por varietales foráneos como syrah, de excelentes resultados por otra parte, Daniel Jiménez Landi, al frente de la bodega, se ha decidido por la vieja y orgullosa garnacha. Sabia decisión, no sólo por lo que tiene de arriesgado, sino porque es el camino que hay que transitar si se quiere mantener el hilo de la historia y proteger el perfil de nuestras zonas vitivinícolas. El resultado: el mejor vino de Méntrida. Un tinto profundamente arraigado en la tierra, de una mineralidad telúrica, limpiamente afrutado, complejo en su cromatismo aromático, sin apenas presencia de la madera, pero rico en matices especiados, ensoñador, elegante, sugerente y al tiempo sensual como corresponde al varietal. Largo y delicado, el vino que te conquista sin alardear de cuerpo y color.