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El BCE activa la máquina de imprimir dinero pese a la presión de Alemania

Trichet deja los tipos en el 1% y apunta que la recuperación llegará en 2010

Claudi Pérez

La mejor prueba de que empiezan a verse brotes verdes en la economía es que el Banco Central Europeo (BCE), sometido a grandes presiones en las últimas semanas, retorna a su tradicional cautela. Pese a que la inflación se ha convertido en deflación y a que el crecimiento no volverá hasta mediados de 2010, el BCE dejó ayer inalterados los tipos de interés, en el 1%, lejos de la zona cero en la que se han instalado el resto de los grandes bancos centrales. Y activó finalmente una versión algo descafeinada de la máquina de imprimir dinero, un guiño a la heterodoxia ante la gravedad de la situación. Eso sí, con mucha más timidez de la que demuestran Estados Unidos y Reino Unido.

"Hemos decidido embarcarnos en la compra de 60.000 millones en cédulas hipotecarias. Y punto", aseguró el presidente del BCE, el francés Jean-Claude Trichet. Ese punto tiene miga: el BCE navega desde hace semanas entre quienes quieren más madera -el consejo del eurobanco barajó hasta 125.000 millones en la compra de activos- y las feroces críticas de Alemania a cualquier tipo de movimiento en ese sentido.

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La canciller Angela Merkel acusó el martes al BCE de sucumbir a las presiones con políticas "sin sentido común", que podrían desatar graves tensiones inflacionistas. Trichet toreó ayer esas críticas: anunció que la máquina de imprimir dinero sigue adelante, pero a la vez reiteró que no tiene planes inmediatos para gastar más dinero, como reclamaban algunas voces dentro del propio eurobanco. Ni siquiera para reducir los tipos, aunque Trichet no cerró la puerta a futuras rebajas.

Visiblemente incómodo ante las preguntas sobre las acusaciones alemanas, el presidente del BCE afirmó que ha pedido explicaciones: "He hablado por teléfono con Merkel y me ha asegurado que respeta plenamente la independencia del BCE", dijo. Y recordó que esa independencia queda demostrada con la política de los últimos años: el eurobanco subió tipos a finales de 2004, cuando una decena de países (incluida Alemania) pedían rebajas, e hizo lo mismo en julio del año pasado, en plena crisis, a pesar del indisimulado fastidio de media Europa.

Al final, el BCE "adopta una solución de compromiso", aseguró Antonio Villarroya, de Merrill Lynch. Sigue adelante con su programa pese a la oposición alemana y comprará las cédulas -activos muy seguros pero especialmente castigados por la crisis- a lo largo del próximo año para reactivar ese mercado. Las adquisiciones se harán tanto en el mercado primario (nuevas emisiones, para incentivar el crédito) como en el secundario (lo que incrementa la liquidez de la banca).

Pero pasan los meses y el BCE sigue dejando un reguero de dudas por resolver: no aclara cómo repartirá las compras por países, ni por entidades, "lo que le deja una gran flexibilidad con la excusa de optimizar esas compras y de alguna manera le permite ganar tiempo, porque puede que las adquisiciones no se materialicen durante meses", explicó Sara Baliña, de AFI. Miguel Lafont, responsable de mercados de Société Générale, considera que las condiciones anunciadas por el BCE sobre la compra de cédulas son "las esperadas". Y añadió: "Lo único que falta por conocer es cómo organizará la adquisición de estos activos en el mercado secundario, que siempre es más complejo para fijar los precios que en el mercado primario", informa Íñigo de Barrón.

Trichet sigue labrándose una gran reputación en el arte de esperar y ver. "¿Quién sabe dónde estarán los mercados financieros en apenas un par de meses? Tal vez muy pronto ni siquiera sea apropiado poner en marcha la compra de activos", apuntó desde Bruselas el economista Daniel Gross.

Eso dependerá de que enraícen o no los famosos brotes verdes. Pase lo que pase, las previsiones del BCE apuntan a que Europa saldrá más lentamente y con más paro de esta recesión que el Reino Unido y EE UU -cuyos bancos centrales han sido mucho más agresivos en la lucha contra la crisis-, pero tal vez con menos desequilibrios. El BCE espera una caída del PIB en torno al 4,6% este año y de un 0,3% en 2010. Y ve ciertos signos de mejora aquí y allá: en la confianza, en los mercados e incluso en las macrocifras, con la vuelta al crecimiento en la segunda mitad de 2010.

Parte de esa recuperación se fía a la agresividad de la política monetaria de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra: ambos países se gastarán más del 10% de su riqueza en la máquina de imprimir dinero, mientras que en Europa esos 60.000 millones apenas suponen el 0,7% del PIB de la eurozona, según Barclays. La estrategia de salida del BCE es más sencilla: cuando llegue la recuperación será más fácil controlar la inflación, el gran fantasma alemán. A cambio, el eurobanco sigue alimentando su bien ganada fama de excesiva ortodoxia, con una política que ha sido tildada de titubeante, tímida en el mejor de los casos. El papel del banquero central nunca fue fácil. Con la mayor recesión en 70 años entre manos, hoy es aún más duro.

Jean-Claude Trichet, en la conferencia de prensa que concedió ayer en Francfort.
Jean-Claude Trichet, en la conferencia de prensa que concedió ayer en Francfort.REUTERS

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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