Rescate europeo
Merkel dirige la salvación de Opel, pero no debe limitarse a proteger las plantas alemanas
La compra del grupo automovilístico Opel, filial de General Motors (GM), por parte de Magna International, una empresa austriaco-canadiense de componentes de automóvil, ha venido a demostrar que las reglas estrictas del mercado se han debilitado en esta etapa de crisis financiera global y que los poderes públicos están dispuestos a dirigir operaciones de salvación empresarial o financiera que se consideran estratégicas. La supervivencia de Opel a través de este acuerdo con Magna no hubiera sido posible sin la participación activa del Gobierno alemán, con la canciller Angela Merkel a la cabeza; sin la aportación de avales públicos por importe de 1.500 millones de euros y sin la colaboración del presidente estadounidense Barack Obama. El inquilino de la Casa Blanca ha entendido la conveniencia estratégica de separar Opel de GM para salvar ahora la filial europea y abordar a primeros de junio el rescate de la matriz. Rescate en el que recurrirá probablemente a una intervención en el capital de la compañía.
La importancia política de la salvación de Opel procede del hecho de que su quiebra y desaparición habría supuesto una catástrofe para la actividad económica europea. El grupo alemán tiene comprometidos 52.000 empleos en toda Europa, de los cuales más 22.000 están en Alemania y 7.000 corresponden a la planta aragonesa de Figueruelas. En su vertiente estrictamente económica, la operación tiene puntos de interés que merece la pena destacar. Opel se asocia con un fabricante mundial de componentes, actividades que a primera vista parecen complementarias y permiten suponer que se producirán ahorros de costes. Resulta significativo que no haya prosperado la opción del grupo italiano Fiat, cuyos directivos se han mostrado dispuestos a crear una gran empresa automovilística europea. Es poco verosímil que el descarte se haya producido por las discrepancias en torno a una aportación inmediata de 300 millones de euros. Más bien parece que el Gobierno alemán no ha querido apoyar una concentración empresarial excesiva en el mercado europeo.
La intervención pública en Opel es algo más que un mero rescate en el último minuto. Obliga al Gobierno alemán a no imponer a Magna-Opel soluciones proteccionistas que basen los planes de reactivación de Opel en la salvación de las plantas alemanas en perjuicio de las del resto de Europa. Así se lo han recordado con claridad los ministros de Industria europeos reunidos en Bruselas: las ayudas públicas concedidas por un país no deben utilizarse para competir deslealmente con el resto. Es buena idea la creación de una comisión de seguimiento de la salvación de Opel.
Los nuevos dueños de Opel plantearán un ajuste de empleo en el grupo y el Gobierno español debería exigirse una cierta diligencia para que en Figueruelas la pérdida de puestos de trabajo sea pequeña. Las declaraciones sobre las excelencias competitivas y tecnológicas de la planta aragonesa están bien, pero hay que hacerlas valer con una negociación activa y continua.
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